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lunes, 30 de septiembre de 2013

Bloqueado. (Parte 1)

Un libro naranja atravesó el salón de punta a punta e impactó en la estantería que estaba al lado de Sara.

-Pero ¿Qué coño haces?- le gritó a su novio.

-Estoy bloqueado, nena, no sé que escribir, y este subnormal no me inspira a nada- le contestó Solo mientras se tiraba en el sofá pesadamente

-¿Qué estás leyendo ahora?

Sara no tenía ningún interés en lo que leyese, porque no había leído más que una novela suya y le dio tanto asco que no volvió a leer otra. Así que volvió a fijar la vista en el ordenador mientras le dejaba hablando solo.

-Al imbécil de Bukowski, no creo que sea legal dar tanto asco con cada relato. Y venga ha hablar de putas, borrachos y desgraciados. Deberían desenterrarlo para meterlo en la cárcel.

Ella ni siquiera le escuchaba, soltaba un "Ajá" de vez en cada pausa para que pareciese que estaba escuchando.

-No se puede vivir criticando siempre lo mismo, parece una moda meterse con los desdichados. Métete con los violadores, drogadictos, asesinos, o incluso con los banqueros.

-Claro, cariño, tienes razón.

-No, si ya lo sé, pero parece que mi bibliotecaria no lo supiese. Si te pido que me des algo que me vaya a gustar, pues dame algo que yo crea que me va a gustar.

Se acercó a la estantería y recogió el libro. Después fue hasta la cocina y se sirvió un vaso de zumo. Era de supermercado.

-¿Ves a lo que me refiero? ¿Dónde está ese zumo recién exprimido que tomábamos antes?

Sara escuchó esto último y se dispuso a contestarle.

-Llevas sin escribir nada un año y medio, si por lo menos te dignases a trabajar en un periódico, o por lo menos de profesor, pero no, a la mierda el título de magisterio ¿Para qué? Si con escribir un par de libros me sobra. Sí, Solo, te sobraba. Ahora el único sueldo que entra aquí es el mío, y lo poco que te llega de la venta de tus libros. Nadie quiere leer eso, cambia de tema ya.

-¿Crees, Sara, que en un periódico iban a cuadrar mis relatos? Si en el colegio a veces les dicen a los niños "Para tal día tenéis que traer un trozo de periódico con un titular que os guste", entonces llega el niño y le dice al profesor "Me ha gustado este asunto porque habla sobre qué son los violadores y que hacen exactamente". Y con el odio que le tengo yo a los niños ¿Piensas que puedo trabajar en un colegio?

Ella se giró y puso sus ojos celestes en el vaso de zumo.

-¿Me traes uno?

Juan se levantó y le dio el suyo.

-Me voy a la playa, necesito pensar.

-¿Vendrás para desayunar?

-Puede.

sábado, 28 de septiembre de 2013

El maestro del metal I



Como hoy he dicho, no estoy muy inspirado. Así que he decidido traeros un relato de
Títere Tétrico, el autor de Historias de un muerto anónimo. Os dejo aquí con la parte 1 de uno de sus relatos, para ver cómo sigue tendréis que entrar a su blog.

http://deliriosinsomnes.blogspot.com.es/

Su Twitter: @ByronTheater



***

-Agonía-

Hacía horas que el sol se había escondido de la mirada del mundo, ya no quedaba nadie en las calles de Zaun, pues todos sus habitantes y lugareños dormitaban en sus hogares, a excepción de unos pocos desgraciados que aún merodeaban bajo un manto de nocturnidad.
Uno de estos sujetos caminaba por estrechas callejuelas de angostas esquinas y retorcidos cruces, con la esperanza de encontrar a algún desafortunado transeúnte. Vestía precariamente, con una sencilla camisa de lino, unas calzas largas de mezclilla bastante sucias, botas mas que desgastadas, y un abrigo descosido para resguardarse del frío. De su cinto pendía una daga amenazadora, bastante afilada como para hender la carne.
Cuando ya se disponía a abandonar la búsqueda de algún incauto caminante, el eco de unos pasos en la lejanía llamó su atención. Y con una sonrisa en los labios y su malicia palpitando, se encaminó desenvainado lentamente la daga.
Los pasos cada vez resonaban mas cercanos, y según se pudo apreciar, iban acompañados de un eco metálico. Cuando dobló la esquina esperaba encontrarse con un don nadie cualquiera destinado a ser víctima de su acero... pobre rufián. Ante él se erguía una imponente figura que superaba con creces los 2 metros de altura, portando una pesada maza de gran tamaño, sujetándola por el extremo del mango y apoyando la parte mas pesada en el hombro. Ese ser estaba envuelto por una gruesa armadura de un extraño metal, reluciente al mismo tiempo que tenebroso. Tras su yelmo no había mas que oscuridad, y tan solo se distinguían unos ojos rojos como focos abrasadores, los cuales miraban con desprecio al pobre bandido, y este, a su vez, había quedado paralizado por el miedo con una mueca de terror en el rostro.
El pícaro ladrón no pudo reaccionar, ni siquiera pudo mover sus temblorosas piernas. Con una fuerza de ultratumba el ser de la pesada armadura lanzó un barrido horizontal con la maza, el cual se llevó por delante al endeble humano asustado. Entre el peso de la gran maza y los ladrillos de la pared, quedó aplastado un cráneo. Al retirar la maza, lo que antes había sido un cuerpo humano cayó destrozado al suelo.
En el interior de la armadura se escuchó un leve quejido, como una tos seca, y seguidamente siguió su camino, dejando atrás una pared ensangrentada y un cadáver devastado.

Se alejó con pasos lentos y cansados pero inexorables, como quien debe llegar a un destino, pero no desea continuar el viaje...

viernes, 27 de septiembre de 2013

Perfume

Miguel siempre ha sido un señor muy bueno. Amigo de mis padres. A menudo nos hace regalos a mi hermana y a mi. Como vivimos casa contra casa lo vemos sentado en su silla al salir por las mañanas hacia el instituto. Él nos sonríe. Llaman al timbre. Creo que es él. Dice que me tiene que enseñar una colonia que me ha comprado. Trae el aroma en un trapo blanco. Un poco fuerte para mi gusto.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Bioshock Infinite (Parte 3)

Booker despertó en el mismo sitio donde había caído. Dedujo que habían pasado un par de horas por la posición del sol. Rápidamente recordó que es lo que hacía allí, la mujer esa con la bebida. Pero no estaba, el puesto había desaparecido. DeWitt lo pasó por alto. Tenía muchísima sed, pero no le quedaba efectivo. Se acercó a una máquina expendedora y revisó la cajetilla de los cambios a ver si alguien los había olvidado. No era el caso. Lo extraño fue, que al sacar la mano de la máquina, ésta emitió una especie de plasma verde y del artefacto comenzaron a salir botellas de agua a montones. La gente empezó a cogerlas y salir corriendo, así que Booker hizo lo mismo.

No tenía rumbo alguno, vagaba al azar por la ciudad. Hasta que vio algo que le dejó de piedra. Era un cartel que ponía “Conoceréis al falso pastor por esta marca”, y justo abajo había una mano ¿Cómo definirla? Perversa, con las siglas AD marcadas, no tatuadas, marcadas, como heridas. DeWitt se miró la suya, y para sorpresa, allí estaban. Exactamente esas dos letras. Obviamente él ya las había visto, pero supuso que era una casualidad. Tonto.

-Y ahora ¡La rifa de 1912 está oficialmente en marcha!
-¡Señor DeWitt! ¡Eh, DeWitt!- llamaban a Booker de entre una multitud que había congregada delante de un escenario

Se adentró entre la gente para comprobar quien le estaba nombrando. Se trataba de una chica con una cesta llena de pelotas colgada del cuello. Tenía el pelo rubio e iba vestida con ropas de campesina, así que supuso que le estarían metiendo en aquel evento.

-No puedo comprar nada- le informó DeWitt
-Bobo, la rifa no cuesta nunca nada ¿Es que has estado viviendo en una cueva?

Cogió una pelota sin hacer caso al comentario de la chica. Era el número 77.

-¿El 77?
-Es un número afortunado, espero que le toque- le dijo y luego se marchó
-¡Traedme el cuenco! ¿No es la joven blanca más guapa que habéis visto en Columbia?- preguntó el presentador riendo mientras la chica de antes le acercaba un barreño con pelotas- Muy bien… el ganador es… ¡El número setenta y siete!
-Vaya ¡Que sorpresa!- se dijo Booker a sí mismo irónicamente

Una mujer que tenía a su lado empezó a señalarle exclamando que él era el ganador.

-Muy bien afortunado, aquí está tu premio, primer lanzamiento- gritó el presentador mientras se abría el telón que tenía detrás.

Tras un breve espectáculo de hojas y plantas mecánicas, aparecieron de entre todas, una pareja de una mujer negra y un hombre blanco. Éstos pedían clemencia a gritos. Booker no entendía nada. Miró su pelota.

-¡Vamos! ¿Piensas tirarla ya? ¿O es que te gusta el café bien negro?- pregunto acompañado de las risas de la multitud.
-Tengo algo para ti, hijo de puta- le gritó DeWitt al presentador mientras preparaba la mano para arrojarle la pelota.
-No tan rápido, Booker- le dijo un policía que le había agarrado la mano
¡Es él! Gritaba la gente mientras señalaban al viajero. Los policías le miraban la mano. La marca. AD.

-¿Dónde has conseguido esa marca? Muchacho ¿Es que no sabes que eso te convierte en un sucio traidor? Falso pastor- le comentó el presentador mientras Booker trataba de zafarse de los policías- Y no permitiremos que haya un falso pastor en nuestro rebaño ¿No? Mostradle lo que tenemos planeado.

De la nada, un policía sacó una especie de gancho triple, un arma difícil de explicar. Consistía en tres ganchos montados sobre un disco que mediante un gatillo giraban a una velocidad alucinante.
DeWitt reaccionó rápido. Lanzó la pelota del sorteo al aire levemente para distraer unos segundos la atención de los policías, zafó su mano derecha y golpeó al policía desarmado contra la máquina esa, mutilándole así la cabeza. El otro policía, asustado, se desenganchó aquella máquina del brazo y se dispuso a pelear con Booker a puñetazo limpio. Pero éste fue más listo, cogió el gancho y le golpeó con él en la cabeza dejándolo inconsciente. Hizo lo mismo con los policías que tras reaccionar con lo que estaba pasando se lanzaron hacia DeWitt. Tras acabar con los cuatro a puñetazo limpio (bueno, con un poco de trampa) robó una pistola y la munición que tenían los demás y se marchó corriendo. Poco tardaría en correrse la voz sobre ello, y en ese momento sí que estaba jodido. Poco tardaron en enviar refuerzos, pero esto era diferente, nunca había visto nada igual. Parecía un soldado normal y corriente, pero en lugar de disparar armas, lanzaba fuego por las manos. Si, por las manos. Soltaba pequeños meteoritos que a la larga explotaban. Eso sin contar el hecho de que estaba ardiendo, sí, completamente en llamas. Gritaba como un poseso y perseguía a Booker que asustado, corría por toda la calle y de vez en cuanto soltaba un tiro al azar con la pistola, que por cierto, era otra Mauser, así que el daño que hacían era insignificante. Además no había nadie para socorrerle, o por lo menos para desviar la atención de aquella criatura. A lo lejos divisó una barandilla por la cual pasaba uno de esos raíles porta mercancías. Aquel lo que sea no tenía pinta de ser muy listo, el muy estúpido se chocaba contra todo, incluso si no estaba en su camino, vamos, que era idiota. DeWitt lo tuvo claro, echó a correr para coger carrerilla y se lanzó directamente hacia el raíl. Para sorpresa suya, el gancho que le había robado a los policías llevaba una especie de imán, supuso que lo utilizaban para desplazarse rápidamente por la ciudad, el cual le permitía moverse por los raíles regulando la dirección. De no ser por ello, posiblemente hubiera caído al vacío. Igual que hizo aquel monstruo, que siguió a Booker detrás de él y rompió la barandilla.
Para asegurarse de que no había más amenazas, bajó de un salto, se metió por el agujero que había dejado el soldado aquel en la barandilla y volvió al lugar donde se encontró con aquella criatura. Era como una plaza bastante grande en la cual había, en medio, una especie de inscripción sobre un pedestal, ponía “Sin dioses, ni reyes, solo el hombre”. Pero había algo más interesante para DeWitt. Era otra bebida, como la que le dio la mujer de la feria, pero ésta no era verde, sino roja. Ponía Beso del diablo ¿Habría bebido de allí el demonio ese? Y si era el caso ¿Al beberla quedaría como él? Solo había una forma de comprobarlo. La abrió y le pegó un buen trago, total, no tenía nada que perder. Esperó a que volviese a hacer efecto, al igual que la otra vez. Ahora fue más intenso. No es que a él le pareciera que le ardían las manos. Estaban en llamas de verdad, llamas rojas, y sus dedos se carbonizaban cayéndose a pedazos. DeWitt parpadeó y todo se detuvo, sus manos estaban en su estado natural, incluso con la marca del falso profeta presente en la diestra. No sabía para qué servía, ni como se utilizaba, pero prosiguió en su camino. Ya podía ver la estatua, había un par de raíles que llegaban hasta ella, así que deslizándose podía llegar. Abrió la puerta de un bar de una patada, dentro, había un hombre con una mujer. Él limpiaba la barra mientras ella fregaba los platos.

-Oh, perdón- exclamó Booker avergonzado- pensé que todos habían huido
-Nosotros no huimos DeWitt, es más, somos los que aparecemos cuando el resto se van.
-¿Quiénes sois?- estaba muy confuso
-Tiempo al tiempo, por lo pronto prueba esto, hay muchas armas de fuego por ahí, te ayudará- le comentó la mujer extendiéndole una botella amarilla que no era igual que las otras dos, ésta tenía forma cónica, el contenido no era de ese tipo
-¿Qué es esto?
-Tú bebe y calla

Lo agarró y comenzó a beber, el sabor era agrio. Al acabarlo un destello amarillo iluminó sus ojos y lo cegó durante unos treinta segundos.

-¿Qué mierda esto? ¡No veo nada!
-Que curioso-comentó la mujer
-¿Te sorprende que funcionara?- el hombre intervino por primera vez
-No, lo curioso es que no le matara
-Pero un campo magnético repulsor puede ser útil
-Si es que no te mata
-Tienes razón

Cuando Booker recuperó la visión no había nadie en el bar. Buscó por todos lados pero no encontró a aquella pareja. En la puerta hacia la trastienda encontró una nota, ésta ponía:
Tráenos a la chica y saldarás tu deuda.
Es tu última oportunidad.


Abrió la puerta, y no dio crédito a lo que vio ¿Qué hacía aquello en un bar? ¿Hacia donde le llevaba todo eso?

Piloto

Siempre deseé surcar los cielos. Conducir cualquier máquina voladora. El sueño del hombre desde tiempos inmemoriales. La peor de las noticias me la dio mi oculista al decirme que tenía miopía. A mi no me importó. Iba a volar con o sin título. No fue difícil robar aquella avioneta. Estaba un poco oscuro. Pero no pasa nada, ahora puedo volar tranquilo. Ni siquiera esta estúpida caja de madera podrá cortar mis alas.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

La secta

Practicábamos diferentes rituales. Desde el más básico al mas sangriento. Los dioses estaban con nosotros. Vampiros diurnos. Nuestra afición por la sangre fue siempre a más y más. Sacrificios todas las semanas. Parecía una oferta. Nos divertíamos con ello. Las danzas. El vudú. Todo anhelando el Rito Final. Un rito del que nadie sabía nada. Pero no había problema, no podíamos morir. Eramos enviados del futuro para abrir las mentes de las siguientes generaciones. El jefe nos dijo que así viviríamos eternamente. Ahí fue cuando nos dimos cuenta lo que siempre fuimos, mortales.

martes, 24 de septiembre de 2013

Reunión familiar



Nunca tuve mucha relación con mi padre. Yo llevaba las notas a casa, él firmaba sin decir nada. Yo elegía la carrera que quería estudiar, él pagaba los gastos. Me decanté por Derecho. Grave error. Mi padre odiaba a los abogados, sobre todo al suyo. Cuando acabé la carrera no volví a verle, tampoco apareció por mi graduación. Lo quería tanto ayer, como hoy, que estoy conduciendo hacia su funeral. Es de noche. No veo nada. Viene un coche de frente con las luces apagadas.

Hola, papá.

lunes, 23 de septiembre de 2013

La cueva

Dejé de contar a partir del quinto año que llevaba en la cueva. No encuentro la salida. Sé perfectamente donde esta la entrada, pero por ahí no se puede salir. Cuenta la leyenda que hay gente que ha salido, pero yo no lo creo. Se que voy a morir aquí, no queda solución. Aquí dentro he podido ver como mi familia, mis amigos y todo el mundo se olvidaba de mí. No sé por qué entré, bueno, sí que lo sé, pero no quiero admitirlo. Me siento solo, la gente que hay aquí no supone compañía, sobre todo porque muchos de ellos no quieren salir, creen que aquí están seguros. Posiblemente con el tiempo acabe convirtiéndome en uno de ellos ¿Quién sabe? Si alguno de vosotros quiere hacerme compañía, va a 60 el gramo. Decid que vais de parte de Carlos.

Micro-relatos in coming

Hola lectores, tras una jornada de escritura larga con Bioshock Infinite, que como veis me está costando lo suyo, he de anunciar que esta historia se detendrá hasta la semana que viene, que el lunes publicaré la siguiente parte. Mientras tanto, para no perder el ritmo subiré un par de micro-relatos que se me vayan ocurriendo durante el día. Habrá poca variedad sobre la temática, y si os gustan, os recomendaría leer Ajuar Funerario de Fernando Iwasaki, el cual dedica un libro entero a relatos del ámbito que voy a escribir esta semana. Por último desearos que disfrutéis leyendo, que dejéis un comentario (de cualquiera de las formas que podéis hacerlo) y que recomendéis el blog a vuestros amigos, familiares y conocidos. Un saludo a todos :D

Bioshock Infinite (Parte 2)

Llamaban a la puerta fuertemente. No se oía una palabra, solo golpes. Booker se levantaba resacoso de la mesa, en la cual había una pistola, una Mauser Prototype CX7, una cantidad interesante botellas de whisky barato vacías acompañadas de cajetines de cigarros. Esparcidos por la mesa también había boletos del hipódromo tachados junto al pasaporte de DeWitt. Durante unos segundos lo veía todo nublado y no podía casi ni levantarse. La puerta seguía sonando. Cada vez más fuerte y la persona que estaba llamando no decía absolutamente nada.

-¿Quién anda ahí?- preguntó Booker un poco mareado, pero los golpes no cesaron- ¿Quién coño es? Deja de golpear la maldita puerta

Aquella presencia por fin habló, pero seguía golpeando.

-Tráenos a la chica y borrarás tu deuda- decía aquella voz, parecía una radio
-¿Qué es lo que quieres?
-¡Teníamos un acuerdo! ¡Abre la puerta ahora mismo!
-Te lo dije… ¡No voy a hacerlo!- le contestó pesadamente mientras se levantaba- Ahora vete.

La voz se mantuvo callada unos segundos. Durante ese corto periodo de tiempo Booker analizó un poco la habitación. Estaba todo en blanco y negro, lleno de botellas vacías, algunas de whisky como las de la mesa, otras eran ginebra y algunas simplemente de cerveza. Había una maleta sobre la deshecha cama y una diana en la pared con todos los dardos clavados sujetando carteles de apuestas, es decir, eso no era una diana, era un corcho. La voz volvió a hablar.

-¡DeWitt! ¡Abre la puerta o la tiro abajo! ¡Abre, DeWitt!

Booker se acercó a la puerta, y tras una breve pausa en el movimiento del picaporte abrió la puerta. No daba abasto a lo que veía. Era Columbia, sí, la ciudad en el aire. Pero estaba diferente, mejor dicho, estaba jodida. Los edificios en llamas, el cielo negro plagado de misiles que caían sobre la ciudad… Pero lo que más destacaba era un dirigible al cual no atacaban los proyectiles, éste tenía una especie de metralleta o torreta en la parte inferior. Pareció alertarse de la presencia de Booker, entonces se giró y empezó a dispararle. Un gran destello proveniente del dirigible iluminó todo.


-¿Y como sabemos que esto era el nuevo edén?
-Debemos confiar en nuestro propio orgullo para ello
-No, porque nuestro orgullo no puede
-Lo sabemos porque el ángel Columbia entregó a nuestros Fundadores tres regalos de oro.

Booker se despertó entre tres estatuas de lo que eran los padres Fundadores de los Estados Unidos, pero vestidos con togas y con unas gigantescas llaves en las manos. Delante suyo, estaban rezando, a los que parecía ser la estatua de George Washington, tres de los que estaban con él cuando el Predicador Willing le “bautizó”.

-Ese estúpido cura necesita aprender la diferencia entre bautizar a un hombre y ahogarlo- se dijo DeWitt a sí mismo mientras se levantaba, ignorando como había llegado hasta ese sitio- necesito encontrar un punto de referencia para saber donde estoy.

Porque no se encontraba en la iglesia donde había sido “bautizado”, estaba en una especie de jardín. Todo era un charco con pétalos, como dentro de la iglesia, pero ahora estaba al aire libre y había rosales por todos lados. Conforme andaba iba viendo más personas con togas blancas, los cuales estaban rezándole a la nada. Quizás lo hicieran hacia los rosales. Recorrió el jardín entero, de punta a punta. En él había gente rezando en cada rincón, pero no eran oraciones normales, casi todos hablaban del Profeta Comstock, parecía ser una especie de divinidad allí. Hasta que Booker llegó a una gran puerta blanca que destacaba mucho, estaba tallada con dibujos de personas alabando a lo que supuso que ese tal Comstock.

-Que una ciudad vuele no significa que no esté llena de necios- se dijo DeWitt antes de abrir la puerta.

Cuando la abrió descubrió que el edificio en el que estaba el jardín montado estaba en descenso, así que se agarró fuertemente a la puerta. Ignoraba como funcionaba esa ciudad, pero supuso que había que tomar ciertas precauciones, porque no siempre estaba todo alineado con las calles. Por decirlo de alguna manera, se montaban como puzzles y cuando estabas en el extremo de una construcción tenías que apretar un botón y esperar a que se alinease con alguna calle para poder continuar tu trayecto. Así que Booker, esperó a que aquel extremo se juntase con otro que tenía a la vista. Cuando llegó se soltó de la puerta y cuidadosamente comenzó a andar. Se encontró con una ciudad bastante antigua, las vestiduras de la gente eran muy del estilo siglo XVIII, al igual que toda la ciudad, pero las tecnologías eran bastante impropias de esa época. Cruzando el cielo había una especie de raíl que transportaba mercancías de un lado a otro. También, enfrente de él había un puesto de perritos calientes. Booker se moría de hambre, cuando eres alcohólico habitual puedes pasar varios días sin comer, por lo menos sin que te entre hambre, pero cuando tienes hambre no hay nada que te pare. Se acercó al puesto.

- Perdone, señor, deseo tomar un perrito ¿A cuanto va cada uno?
- Son tres águilas de plata
- Pues póngame cinco, con ketchup y mostaza.
- ¿Perdone?
- ¿El qué?
- ¿Con qué lo quiere?
- Ketchup y mostaza, por favor.

El hombre lo miraba extrañado, DeWitt no quería que se notase que era de fuera, además estaba vestido para la ocasión.

- Perdone, es una broma- Booker se rió
- Ah vale, ya empezaba usted a preocuparme- le respondió mientras esbozaba un a forzada sonrisa

DeWitt cogió un taburete, se sentó ante el puesto y comenzó a comerse los perritos muy rápidamente, el dependiente lo miró extrañado. Mientras tanto, Booker, observaba como la ciudad se mantenía en continuo movimiento, pero no notaba absolutamente nada, ni siquiera un simple cosquilleo en el estómago. Pero se abstuvo de hacer preguntas, al fin y al cabo él era un mandado, si algo había aprendido en la vida era eso: No preguntes, no contestes, no hables. Aunque para cumplir una de sus necesidades fisiológicas tuvo que preguntar, no sin su correspondiente disimulo.

-Perdone, acabo de cortar con mi novia y no tengo donde quedarme ¿Conoce usted algún Motel barato en el que pueda pagar en coronas?
-¿Motel? ¿Coronas?
-Sí, para dormir.
-¿Dormir? Amigo, aquí no se duerme.
-¿Perdone?
-Me extraña que usted haya bajado de el santuario y no lo sepa ¿Es usted de aquí?
- Si, si, perdone, estaba bromeando otra vez.
- Vaya, que bromista ¿No tiene nada mejor que hacer?
- Ahora que lo dice sí ¿Conoce usted a esta chica?- preguntó mientras sacaba la foto que tenía en la caja
- Por favor, deje de hacer el gilipollas y váyase a molestar a alguien que no esté trabajando.
-Perdón si le he molestado, pero ¿Podría decirme quién es esta chica?- preguntó a los ojos molestos del vendedor, que cambiaron a ser ojos extrañados al acabar la pregunta de Booker.
-¿Es que no lo sabe?
-No, y le agradecería que me lo dijese
-Es Elisabeth, la hija del profeta, nunca se la ha visto en persona. Dicen que un día la estatua se convertirá en ella y nos llevará a todos otro nuevo edén- le contestó señalando hacia una gigantesca estatua que había flotando en el aire como el resto de edificios.

DeWitt, por lo que ya había visto se dio cuenta de que los habitantes de aquella ciudad estaban a manos de aquel profeta que tanto amaban. Así que decidió no hacer preguntas. Se despidió del vendedor y se marchó, no sin antes pagarle los perritos. Booker continuó andando hacia una enorme estatua que había erguida en lo que parecía ser la plaza principal. Como no, la estatua era del profeta aquel, y la mitad de las conversaciones que mantenía la gente que estaba en la plaza trataban de ese tal Comstock. Parecían hipnotizados. Había gente haciendo picnics debajo de la estatua y niños jugando con el agua de las bocas de riego, parecían felices, a Booker le importó una mierda y siguió su camino hacia ninguna parte. Conforme pasaba por las calles más escalofríos sentía, la gente daba miedo de la manera que sonreía. Entonces, una multitud de gente pasó corriendo llevándose a DeWitt por delante, éste intentó llamarles la atención pero parecían expectantes de algo. Booker les siguió hasta lo que parecía ser una especie de carnaval con carrozas voladoras que pasaban entre lo que venía a ser la separación de dos calles.
Las carrozas estaban hechas, como no, sobre el Profeta, y en ella había inscripciones como “La visión de una gran ciudad”, “El profeta Comstock conduce a su pueblo de la Sodoma de abajo” y “Milagrosamente ha nacido un niño, el futuro de Columbia es seguro” (Con esto, Booker, supuso que hablaba de la hija del Profeta, por la cual él estaba allí)
Mientras tanto, una voz narraba el desfile y lo que significaba cada carroza.

-Tras la victoria en WoundedKnee, el ángel Columbia se le apareció al Profeta Comstock y le mostró una visión del futuro. Y así nuestro profeta llevó a la gente hacia arriba, a la ciudad, lejos de la Sodoma de abajo y allí crearon una unión aún más perfecta. Pero el futuro de nuestra ciudad es la niña milagrosa, el cordero, ya que el profeta ha dicho que ella, desde su torre hará entrar en razones a la Sodoma de abajo.

Cuando acabó el discurso salieron de las dos plataformas que bordeaban el discurso dos trozos de carretera que se unieron para dejar pasar a la gente de un lado a otro. El policía abrió la barrera al grito de “¡Via libre! Mucha suerte en la rifa”. DeWitt no entendió eso último pero se limitó a seguir a la gente.
Cuando el grupo se dispersó, Booker quedó justo en frente de la estatua flotante en la cual “supuestamente” estaba la chica que él debía ir a buscar.

-Allí se supone que está- se dijo mientras se encendía un cigarrillo
-Telegrama, señor DeWitt- anunció un joven que parecía haber salido de la nada
-Pero… ¿Quién eres?
-¡Un telegrama para usted!- le dijo con entusiasmo mientras le entregaba un papel, continuadamente, salió corriendo.

Booker le propinó una mirada furtiva cuando se marchaba y miró el telegrama.

“DeWitt STOP
No alertes a Comstock de tu presencia STOP
No se puede fumar en la ciudad STOP
Hagas lo que hagas, nunca cojas el 77# STOP”
Lutece

No entendió muy bien el final, tampoco conocía al emisor, pero volvió a repetirse la frase “Yo solo soy un mandado”
Siguió caminando como una persona corriente, pero pronto se detuvo delante de un cartel en el cual aparecía el monumento al cual el debía acceder para encontrar a la chica, al parecer se llamaba Monument Island y estaba prohibida la entrada allí. Memorizó el nombre y prosiguió el camino, atraído por sonidos de feria se terminó encontrando dentro de una. Había gente aclamando a gritos que un tal Vox Populi andaba suelto, pero DeWitt supuso que como en cualquier ciudad siempre hay delincuentes sueltos. Pero lo que más le llamó la atención fue una especie de gigante que había en un escenario, su cuerpo estaba hecho de metal, pero tenía cabeza humana y dentro de la coraza de metal se destacaba un corazón. Se acercó a escuchar al vendedor.

-Acérquense y vean al maravilloso Handyman ¿Es un hombre? ¿Es una máquina? ¡Solo el ingenio de Columbia podía crear semejante maravilla!

Pensaba preguntarle al vendedor acerca de esa criatura, pero una mujer, desde lejos llamó su atención. Era morena de piel, llevaba un vestido blanco, de campesina y tenía una cesta de mimbre con unas extrañas botellas dentro. DeWitt se acercó a curiosear y la mujer comenzó su discurso de venta.

-Amigo ¿Alguna vez le ha hecho perder dinero alguna máquina expendedora? ¿Un teléfono se ha negado a contactarle con su querida esposa? ¡Bueno, pues es hora de recuperar el control sobre los hombres de metal! ¡Demuestre quién manda con Posesión! Doblegará cualquier máquina a su voluntad

Booker la miró extrañada, pero nunca se había negado a probar nada, quizás por eso acabó allí. Así que cogió uno de esos y comenzó a tragar. De repente escuchó una voz en el aire que le dijo “Un solo susurro, y serán todo oídos”.
Todo empezó a volverse negro, no veía nada, solo figuras verdes andando por delante suyo, parecían espíritus que se reían, estaba temblando. Poco a poco todo volvió a la normalidad y quedó él delante de la  mujer que le había dado la bebida. Sintió un fuerte ardor en la mano izquierda, le estaba quemando fuertemente, la levantó y tenía una especie de fuego verde incendiando su mano, no pudo evitar gritar fuertemente hasta que el efecto se pasó y su mano volvió a la normalidad. La dependienta se reía a carcajada limpia.

-¿Qué coño era eso?
-Posesión, señor DeWitt, ahora cada máquina que toque se doblegará a su voluntad.
-¿Quién es usted? ¿Y cómo sabe mi nombre?

Todo empezó a volverse negro de nuevo, Booker cayó al suelo y comenzó a zarandearse hasta perder el conocimiento.

“Pronto lo sabrás Booker, pronto lo sabrás”

Un poco de información sobre el Blog

Hola gente, para empezar me presento, soy el autor de los relatos que habéis visto, y si no lo habéis hecho os invito a hacerlo. Mi nombre muchos los sabéis, pero otros no, es Juan, podéis llamarme así o de la forma que me conozcáis, no juzgo en ese sentido, contestaré a todos.
Quería explicaros el funcionamiento del blog en 3 sencillos apartados:

1. Escribo todas las semanas: Sí, escribo todas las semanas, pero eso no significa que todas las semanas vayáis a tener un relato nuevo. Significa que estoy todas las semanas produciendo un relato nuevo, tampoco significa que tenga un relato para cada semana, porque puedo atascarme al final y tirarlo a la basura. Me refiero a que tendréis dosis todas las semanas.

2. No subo relatos del tirón:  Jaque Mate y Todo en tu mirada fueron casos a parte porque los tenía escritos hace mucho y los he utilizado como introducción para que veáis un poco como escribo y tal. A lo que me refiero es que los relatos irán por partes, como con Bioshock Infinite, he subido la primera parte nada más, pero tranquilos, no se va a acabar pronto es bastante largo, tan largo que aún no lo he acabado, no me queda mucho pero el final lo tendréis, algún día. Supongo que cada 3 días tendréis una parte de un relato distinto, a un total de 3 partes por semana, dado que los fines de semana cuentan doble porque tengo más tiempo.

3. Propón cosas: Exacto, los comentarios están para comentar, para hacer críticas, para proponer relatos. No quiero que me obliguéis a escribir algo, simplemente que me digáis qué es lo que queréis leer y si me parece adecuado y no estoy escribiendo nada, posiblemente intente escribir sobre ello. De la misma manera podéis hacer publicidad en mi blog de los vuestros, e incluso si alguien más escribe relatos puede pasarme alguno suyo para que le eche un vistazo.


Espero que os haya servido y que recomendéis el blog a vuestros amigos.

Un saludo a todos :)


domingo, 22 de septiembre de 2013

Bioshock Infinite (Parte 1)

“-Booker ¿Tienes miedo de Dios? –No, pero tú sí me das miedo”



La mente del sujeto luchará desesperadamente por crear recuerdos donde no los hay”

Barreras al viaje transdimemsiona - R. Lutece 1889



Costa de Maine, 1912


-¿Piensas quedarte ahí sentada?
-¿Y qué prefieres? ¿Que me ponga de pie?
-Que remes, por ejemplo- le respondió el hombre del traje impermeable.
-¿Remar? No había pensado hacerlo- contestó mientras se giraba para extenderle a Booker una caja.

Él nunca la había visto, pero en la tapa estaba su nombre tallado, así que se la puso en las piernas y siguió callado.

-Entonces ¿Pretendes que cargue yo con todo el muerto?
-No, aunque espero que seas tú el que reme, venir aquí fue idea tuya- siguió discutiendo sin prestarle atención a Booker.
-¿Idea mía?
-Creo haber dejado claro que no creo en todo este asunto
-¿En el mar?
-No, supongo que eso te sentará bien.
-Entonces ¿En qué?
-Todo el asunto del experimento
-Disculpadme- interrumpió Booker- ¿Falta mucho para llegar?
-Al emprender un experimento sabes que puedes fracasar- el hombre continuó sin responder a Booker
-Pero si no lo intentas ya sabes de antemano que has fracasado
Mientras tanto Booker abrió la caja que la extraña le había dado. Dentro había una pistola, una Mauser Prototype CX7. También había una foto de una chica, llevaba un vestido azul con una camisa blanca debajo y una coleta atada atrás, apenas se le veía la cara, en la parte de atrás de la foto ponía “Hacia Nueva York” Aparte, había una llave con una especie de jaula tallada en la parte superior del mango, y unas cuantas monedas, no eran las que Booker utilizaba habitualmente, estas eran águilas de plata, una moneda que existía pero no se utilizaba en ningún sitio.

-¿Podemos volver a lo de remar?
-Te sugiero que lo hagas o  no llegaremos nunca
-Me refiero a que te agradecería que me ayudaras
-Tal vez deberías preguntarle a él
-No, porque él no va a remar
-¿No va a remar?
-No, no va a remar
-Ah, ya veo por dónde vas

Los extraños se mantuvieron callados durante unos minutos, hasta que se avistó un muelle a través de la niebla.

-Ya hemos llegado- anunció la mujer mientras el bote se acercaba hacia una escalera.

Booker subió lenta y pesadamente por la escalera y se puso a contemplar el paisaje. Llovía a cántaros y el faro que tenía enfrente dejaba ver las gotas cayendo a través de la luz que proyectaba, el muelle no aparentaba abandonado, pero tampoco había nadie ni parecía haberlo en kilómetros a la redonda.
Cuando Booker quiso darse cuenta el hombre ya le había dado la vuelta al barco y se disponía a remar.

-¿No deberíamos decirle cuando vamos a volver?
-¿Cambiaría eso algo?
-Podría servirle de consuelo
-En algo podríamos estar de acuerdo…
-Eh ¿Va a venir alguien a recogerme?- preguntó Booker extrañado al ver que se iban a marchar sin él
-Eso espero, vaya
-Parece un lugar terrible para quedarse tirado

“Quizá haya alguien dentro” pensó Booker para sus adentros. Recorrió rápidamente el camino que llevaba desde el muelle hasta el faro y se situó frente a la puerta. Era una puerta bastante nueva para estar en aquel faro. En ella había un papel pegado, el cual extrañamente no se hallaba mojado por la lluvia, como si acabasen de ponerlo allí. En él ponía “DeWitt, tráenos a la chica y se saldarán tus deudas, es tu última oportunidad”
Booker no se inmutó, llamó a la puerta 3 veces, al ver que nadie contestaba la empujó levemente y ésta se abrió.

-Perdón, soy Booker DeWitt, supongo que me estarán esperando.

No recibió ninguna respuesta.
Delante suyo había una mesa con una palangana, cual antiguo lavabo, salvo que en lugar de un espejo había un cartel que ponía “De tus pecados te he de lavar”
No tuvo muy en cuenta este detalle y siguió subiendo las escaleras de caracol.
Al llegar al siguiente piso se encontró una imagen de lo más aterradora. Había un hombre atado a una silla con un saco de mimbre en la cabeza, el cual estaba manchado de sangre por la parte donde estaba la cara. El cadáver no olía, por lo cual debía ser reciente, lo cual también daban a ver las gotas húmedas de sangre que había en la pared. En el pecho, colgando del cuello, el hombre tenía un cartel.

-No nos decepciones- leyó Booker

Rápidamente se giró y vio en una mesa unas cuantas monedas, águilas de plata, iguales que las que llevaba en la caja. Las cogió y siguió subiendo pisos hasta el tejado.
Al llegar a la parte superior del faro encontró una caseta, la cual llevaba, al parecer, al foco. Se acercó a la puerta y se encontró con un obstáculo, no había cerradura. En lugar de eso había tres campanas, sí, campanas. Nadie le había advertido de eso, bueno, no le habían advertido de nada. Sacó la caja y empezó a rebuscar. En ella encontró una tarjeta con unos dibujos: un pergamino, una llave y una espada, todos ellos seguidos de unos números. Levantó la visto y se encontró con que los dibujos de la tarjeta coincidían con los de la campana. Así que probó directamente a tocar cada campana el número de veces que el número le marcaba. Una vez el pergamino, dos veces ya llave y dos veces la espada. Cuando acabó, la lluvia cesó, y durante unos segundos no ocurrió nada. Booker se mantenía expectante, la puerta no se abría. De repente el cielo se nubló de rojo y sonó una especie de sirena de barco.

-Pero ¿Qué demonios?- Booker alucinaba

Esto ocurrió tres veces. Tras eso la puerta se hundió en el suelo, campanas incluidas y el foco del faro se abrió cual cortina para dar a ver una silla con esposas de metal en los brazos y en las patas. “Vale, creo que esperan que me siente allí“ pensó DeWitt sarcásticamente, pero de repente la puerta ascendió del suelo y cerró la caseta dejando a Booker encerrado con aquella silla. Así que no vio más remedio que sentarse. Nada más hacerlo, las esposas se cerraron y le ataron a la silla. Entonces sonó una voz robótica:

“Mantenga la calma, las ataduras están solo como medida preventiva”

Entonces salieron una especie de pétalos mecánicos del suelo ye empezaron a encerrar a Booker como si fuese una flor. El que estaba en frente suyo poseía una ventanita en la cual él podía mirar lo que había fuera. De repente, la silla se giró horizontalmente dando a ver un fogón, a Booker se le calló la pistola dentro, la cual quedó reducida a cenizas. La máquina comenzó a hablar de nuevo mientras DeWitt gritaba y se retorcía.

“Comienza el ascenso, 100 metros, 200 metros,…, 1000 metros. Aleluya”

Booker no daba palabras de lo que veía, tras atravesar las nubes, a través de la ventana podía ver una ciudad enorme, flotando en el aire. No había coches ni ningún medio de transporte, pero los edificios flotaban en el aire, como si estuviesen construidos sobre las nubes. Empezó a sonar música anticuada. Mientras bajaba, DeWitt podía observar carteles idénticos, en los cuales aparecía siempre el mismo hombre, un anciano el cual parecía llamarse Comstock y era como una especie de profeta. Entonces lo que fuese que transportaba al viajero se detuvo en una superficie, pero tras un par de segundos continuó el descenso. Al parecer estaba entrando en algún lugar sagrado, porque en las paredes separada en partes estaba la inscripción “¿Por qué iba a enviar a su salvador entre nosotros, si no vamos a levantar un dedo por nuestra propia salvación? Pensamos que no merecíamos su misericordia y él nos ha llevado a este nuevo edén, una última oportunidad de redención”
También había una especie de monumento en el cual estaba inscrito “El profeta es quién debe llevar al pueblo al nuevo edén”
Ahí mismo se detuvo, las esposas liberaron a Booker y una puerta se abrió delante suyo para que saliese.
DeWitt analizó un poco el lugar, al parecer se encontraba en una especie de iglesia, no parecía cristiana, es más, estaba completamente inundado, el agua le llegaba a Booker por las rodillas. Entonces de lejos se oyó una voz, provenía de unas escaleras que él bajó rápidamente.

-Cada año, en este preciso día, renovamos nuestro compromiso con nuestra ciudad y con nuestro profeta, el padre Comstock. Renovamos nuestro compromiso con sacrificio y agradecimiento, sumergiéndonos en las dulces aguas del bautismo. Y si el profeta hubiera abatido a nuestros enemigos en WoundedKnee, mas no hubiera clamado contra la Sodoma bajo nosotros, habría bastado. Si el profeta tan solo hubiera clamado contra la Sodoma, mas no hubiera aceptado los tres obsequios dorados de los Fundadores, habría bastado. Si el profeta hubiera aceptado los tres obsequios dorados de los fundadores, mas no hubiera rezado por nuestra liberación, habría bastado- aclamaba una voz, que primero desconocida, pero que luego DeWitt pudo comprobar que provenía de un anciano, rodeado por un túmulo de personas con túnicas blancas con capucha. El cual se alertó rápidamente de la presencia del viajero y reaccionó hacia él- ¿Quién es? ¿Es alguien nuevo? ¿Alguien proveniente de la Sodoma de abajo? ¿Alguien recién llegado a Columbia para purificarse ante el Profeta, los Fundadores y el Señor?
-Solo tengo que acceder a la ciudad- respondió  Booker un poco incómodo-
-¿Acceder a la ciudad?- preguntó el anciano que por los susurros de los acompañantes DeWitt dedujo que lo llamaban Predicador Willing- Hermano, el único modo de acceder a Columbia es renacer entre las aguas bautismales ¿Vas a purificarte hermano?
-Lo único que quiero es pasar

La multitud empezó a empujarle lentamente hacia el anciano el cual le esperaba con una mano extendida. Y, obligado por los encapuchados, le dio la mano.

-¡Yo te bautizo en el nombre de nuestro Profeta, de nuestros Fundadores y nuestro Señor!
Entonces hundió con fuerza la cabeza de Booker en el agua durante unos segundos.

-¡Que le hagan renacer en el seno de Columbia! ¡No sé hermanos y hermanas, pero a mi no me parece que haya quedado muy limpio!

Así que volvió a meterlo bajo el agua, pero esta vez hasta que éste perdió el conocimiento.

Todo en tu mirada

¿Fue nuestra irresponsabilidad?
¿El afán del más y más?
¿O simplemente el exceso de libertad que nos ofrecían nuestros padres?
¿Qué hubiera pasado si nos hubiéramos quedado con los diez kilos?

Son cuestiones que ninguno de los cuatro podríamos responder.
Como ellos no están en condiciones de hacer o decir nada, voy a contaros mi vida los últimos diez años.

Recuerdo bien la tarde que comenzó todo.
Para empezar, yo vivía en Sheder, un pueblo a las afueras de Warming capital. Tendría el lugar unos tres  mil o cuatro mil habitantes, la mayoría de ellos ancianos que anhelan que llegue su hora.
Supongo que serían las cuatro o las cinco de la tarde. Jean y yo íbamos a entrenar al centro deportivo, jugábamos a hockey hielo, así que llevábamos nuestro palo y nuestros patines colgando al hombro.
El peligro de ese deporte está bastante sobrevalorado. Cierto es que en las cosas más peligrosas son en las que más precauciones se toman. Así que se registran más muertos jugando a fútbol o a baloncesto que a hockey hielo.
Bueno, la cosa es que de camino teníamos que pasar por una plaza. En ella había una ferretería llamada Tornillos o’Matic. Un nombre gracioso.
Como íbamos un poco sobrados de tiempo nos paramos un momento a mirar el tablón de anuncios que había en la puerta. Fue idea de Jean. Él era alto, de ojos azules. Su pelo era marrón, más marrón que otro marrones. Era delgado, no tanto como yo. Patinaba más rápido que los demás, pero tenía poca movilidad y no sabía frenar, así que normalmente acababa chocándose contra una pared o contra un contrario. Había muchos papeles blancos y cuadriculados con números de teléfono para arrancar, vendían cosas. También había numerosos anuncios de perros, buscaban y regalaban perros. Y otros en los que se ofrecían trabajos en los que sólo los adultos podían trabajar, probablemente por lo que se llama un ADS (Asco De Sueldo)
Entre todos los demás papeles blancos, había un papel amarillo en forma de estrella. Era un cartel amarillo chillón, muy chillón, tan chillón que casi podía oírlo. Para ser un cartel tan llamativo, su anuncio era bastante soso, ponía lo siguiente:

SE BUSCA AYUDANTE DE TIENDA
(Preguntar dentro)

¿A qué se referiría?
Como dice el dicho: “La curiosidad mató al gato”
En ese momento mencioné las cuatro palabras que me arruinaron la vida.

-¿Por qué no preguntamos?

Jean ni siquiera contestó, abrió la puerta directamente.

Dentro, como era de esperar en una ferretería de Sheder, había un anciano con una camisa de cuadros y unas gafas de cristales enormes. Tenía poco pelo y muchas canas, mejor dicho, el poco pelo que tenía eran canas. Tenía una sonrisa que me ponía los pelos de punta, sinceramente, de no ser porque estaba allí Jean hubiese salido corriendo. Ahora que lo veo, alguna entidad extraña estaba intentando hacer que saliera de allí. Debería haberle hecho caso.

-Hola chicos ¿Qué queréis?

Jean se me adelanto a decir nada

-Hola, soy Jean y este es Alex- me puso su mano libre en el hombro, dado que en la otra tenía el palo y los patines- Queríamos preguntarle por el cartel que tiene en la puerta, el de ayudante de tienda

El viejecillo se recolocó las gafas mientras nos deleitaba con una sonrisilla bastante siniestra (otra razón para salir huyendo)

-Y vosotros ¿Qué edad tenéis?

Su pregunta me descolocó un poco mucho. Pero no era nada que supusiera un problema dado que con 15 años podía pagarnos en efectivo sin ningún contrato.

-Los dos quince, señor- Jean volvió a responder

El anciano volvió a reírse, se me heló la sangre. Tras eso se fue al almacén y volvió con una caja grande que le costaba llevar, así que en cuanto salió a la vista corrimos a ayudarle. En la caja había clavos.

-Veréis, aquí hay diez kilos de clavos, cinco kilos de clavos dorados y otros cinco de plateados. Todas las semanas me traen una caja, las separo yo mismo y las vendo durante la semana. Pero ahora ya estoy viejo y no distingo bien los colores, así que he decidido buscar a alguien que me ayude.

Jean y yo mirábamos extrañados dado que el viejo mientras hablaba gesticulaba muchísimo y me parecía hasta demoníaco. Pero para sacar de Babia a Jean intervine

-¿Y cuánto podría pagarnos?

Jean sacudió la cabeza y asintió. El anciano hizo más o menos lo mismo. Realmente no esperábamos ni para pipas, pero su respuesta nos sorprendió muchísimo.

-Lo siento pero no podría pagaros mas de 60€ por semana

Los ojos de Jean se abrieron como platos, creo que hasta hubiese podido ver una PlayStation reflejada en su mirada.
Claramente asentimos y le dimos nuestros números de teléfono. Quedamos en que volveríamos una hora después a por los clavos y el anciano sin ningún problema la guardó debajo del mostrador.
¿Quién nos iba a decir que debajo de ese mostrador se encontraba lo que iba a arruinar nuestras vidas por completo?

Efectivamente, una hora después estábamos allí. Esta vez éramos tres. Jean, Michael y yo. Michael era un compañero nuestro de equipo. Era defensa, buen defensa, el mejor defensa. Su seriedad sobrepasaba muchos de los límites que nosotros poníamos a la nuestra. Podía oír el mejor chiste del mundo que no se movería ni un músculo de su cara. Su pelo era rubio y castaño a la vez, siempre llevaba una cresta y vestía con ropa cara. Era la viva imagen de un pijo rico. Pero realmente no era eso ni por asomo. Sus padres tenían mucho dinero, pero no le soltaban ni un euro. Siempre noté algo extraño en Michael, sus ojos. Eran ámbar, como el ámbar, me refiero a que era como si su iris estuviera hecho de aquel material. Era algo que atraía bastante a las chicas.
El anciano nos recibió con bastante amabilidad, sacó a patadas la caja de debajo del mostrador y nos dio tres billetes de veinte euros. Le dimos las gracias y nos marchamos. No sin antes presentarle a Michael, quién  le dio efusivamente la mano y esbozando una sonrisa. Fuimos a mi casa, saqué dos cubos de fregona y, tras haber esparcido todos los clavos por la mesa íbamos poniendo en un cubo los plateados y en otro los dorados.
No nos dábamos cuenta que cada clavo que metíamos nos hundía más y más en un montón de mierda.

Era ya viernes, día de entrega, y nos faltaban por lo menos 2 Kg. de clavos. Necesitábamos un ayudante. Esa tarde mi madre nos echó una mano de mala gana, y nos dijo que para la semana que viene buscásemos a uno más.

Justo antes de que cerrase, llevamos los dos cubos a la ferretería. El anciano, tras agradecer nuestra ayuda un millón y medio de veces, echó los clavos en dos contenedores que tenía él en el almacén y nos devolvió los cubos.

No nos costó encontrar al cuarto, mejor dicho a la cuarta. Fue Penny, mi vecina, la que se ofreció. Ella tenía nuestra edad, su pelo era negro, largo y más o menos ondulado. Pero había algo impresionante en ella, sus ojos, eran azules claros, brillantes e hipnóticos. Creo que los ojos más bonitos que he visto nunca. Realmente era bastante guapa, muy guapa, guapísima. No sé si podría decir que estaba “buena”, era del montón en cuanto a su cuerpo. Pero a ninguno de los tres nos había interesado nunca. Era muy cerrada, poco accesible. Supongo que sería porque le costaba concentrarse, sacaba las mejores notas, pero invertía mucho tiempo en estudiar; por lo que no salía mucho de casa. Así que ninguno tuvo problema en que viniese.
Acordamos al final repartirlo en 15€ a cada uno. También quedamos en no gastar  ni un solo euro durante los primeros meses.

Así que con la tranquilidad de los primeros meses llegó la primera alegría, que como todas las alegrías, terminan en disgusto.
Habíamos acumulado 1200€, nos daba para comprar un garaje pequeño, de los que tienen más ratones que suelo. Habíamos visto el garaje un tiempo antes y nos encantó la idea, de esa forma podíamos separar allí los clavos.
Quedamos los cuatro para abrirlo por primera vez. Era feo, muy pero que muy feo. Las paredes estaban descoloridas y el suelo era horrible. Había ratas muertas, que Penny aparto con el pie mientras andábamos. Su frialdad siempre me impresionaba, que aunque fuese una chica carismática, para algunas cosas era fría como el hielo.

El garaje no fue un problema, dado que fuimos a la ferretería y el anciano nos regaló unos botes de pintura, unos rodillos para poder pintarlo y unas bombas de gas para matar a las ratas que quedasen vivas. Nos prometió también que nos conseguiría parqué. Si, parqué.

No tardamos mucho en poner eso a nuestro gusto, realmente había quedado bonito, además habíamos ahorrado bastante dinero con el asunto de los clavos, así que también pudimos comprar un ordenador, una televisión de plasma que pusimos en la pared y una PS3 que Jean nos obligó a comprar. El horrible garaje se había convertido en nuestro piso franco. Lo siguiente que arreglamos fue el baño. Como el garaje no estaba adjuntado a ninguna casa, tenía un pequeño baño. Era sucio y feo cuando llegamos, pero después de tener eso a nuestro gusto, el anciano nos dio azulejos para la pared. Era un señor muy amable. Nos ayudaba en todo lo posible.  Ahora mismo no paro de pensar que era un hijo de puta.
Sin darnos cuenta ya había pasado un año entero y no nos habíamos dado ni cuenta de lo que estaba pasando. La cosa empezó a complicarse una tarde en la que fuimos a buscar los clavos.
Esa tarde había dos cajas, la primera eran clavos, la segunda, tornillos. No entendíamos nada ¿Por qué había tornillos esta vez?
Michael fue el primero en hablar.

-¿Por qué hay tornillos, señor?
-Voy a triplicaros el sueldo a cambio de que me hagáis lo mismo con estos tornillos.

Penny abrió los ojos como Jean la primera vez, él se quedó perplejo, incluso tuvo que agarrarse a una estantería para mantenerse en pie. Michael miró a Penny asustado, no sé la razón.
No pude evitar cerciorarme, no podía creerlo.

-¿Y estos tornillos por qué no nos los dio antes?
-Son de un color más fuerte, podía hacerlo yo. Además quería poneros a prueba. Daos cuenta que no podéis hacer esto solos. Tendréis que añadir gente a vuestro grupillo.

A continuación se acercó a la caja, sacó 180€ y nos dio 45 a cada uno.
Nos costó un poco cogerlos, nuestros principios nos impedían aceptar tanto dinero. Creo que fue porque Jean los cogió, porque si no nos hubiéramos negado.
Nos mantuvimos callado mirando la caja de clavos. Mientras tanto el anciano se fue hacia el mostrador y sacó cuatro hojas, nos dio una a cada uno. Eran contratos. No nos habíamos dado cuenta, pero ya teníamos 16 años, ya nos podía hacer un contrato. El viejecillo se dispuso a hablar.

-El día de entrega me los tenéis que entregar. Hoy llevaros los clavos nada más, os daré los tornillos la semana que viene, cuando tengáis a los ayudantes. De todas formas quedaros el dinero.

Michael agarró los clavos

-Muchas gracias, en serio. No le defraudaremos

Intenté diciendo eso romper el hielo un poco.

-Sí, el viernes le traeremos los clavos sin falta

Penny me escoltó hasta la puerta y Michael le dio un toque a Jean, que se había quedado embobado mirando el dinero.

Esa semana estuvimos completamente en silencio mientras clasificábamos los clavos. No sabíamos qué, pero algo se había roto dentro de nosotros. Creo que lo que era un pequeño hobbie en que nos distraíamos más o menos para ganar un poco de dinero, se había convertido en un trabajo fijo en el que poníamos mucho esfuerzo.
No nos costó encontrar a los dos ayudantes. Uno se llamaba Logan, tenía el pelo corto y rubio. Tenía una sonrisa bastante brillante la verdad. Podíamos comprobar como Penny babeaba detrás de él. Y el otro se llamaba Pierre, pero todos lo llamaban Hamlet (desconozco la razón). Así que de esa forma lo llamábamos. Era un chaval francés, moreno y de ojos grises. Era muy tradicional. O sea, que no se diferenciaba de la gente normal.
Michael había tomado un tornillo de la caja para compararlo con los clavos. Y se dio cuenta que cada tornillo era dos veces un clavo. Así que en 10kg cabían la mitad de tornillos que de clavos. Así que el razonamiento fue que si entre cuatro personas clasificábamos los clavos, dos personas podrían hacer los tornillos.
En lo único que no nos pudimos poner de acuerdo fue en cuánto pagarle a los ayudantes. En un principio pensamos en quedarnos con la duplicación del sueldo. Pero al final Jean tuvo una idea. Les preguntamos a ellos cuanto querían cobrar. Nos dijeron que con 5€ la semana les bastaba. A los chicos nos pareció bien, a Penny no. Decía que no era ético pagarles tan poco. Era una discusión normalilla hasta que se me ocurrió soltar una frase estúpida pero cierta a la vez.

-Penny, tú lo haces porque andas embobada de el Logan ese.

No la vimos durante dos semanas. Hicimos el trabajo solos, incluso ayudamos un poco con los tornillos. Eso sí, cada semana íbamos a su casa y le dejábamos el dinero en el buzón.
A la tercera semana vino al garaje, pensábamos que se sentaría y se pondría a trabajar. Pero no fue así. Traía bajo el brazo una caja. Dentro había una balanza de esas, de las de pesar. Cogió clavos a puñados y empezó a pesarlos, cuando llegó a los 2 kilos y medio los metió en la caja y se marchó dejando ahí la balanza. Se lo dijimos, pero hizo un gesto de indiferencia. No sonrió en ningún momento. Su mirada fría combinada con sus ojos azules nos helaba la sangre a los tres. Incluso creo que escupió al salir, total falta de feminidad. Tenía que disculparme. Pero ¿Por qué? Realmente solo había dicho la verdad. Ella estaba embobada mirándolo. Nos irritaba a todos ver sus ojos fijados en un chico al que ni siquiera pensábamos contratar. Era muy molesto. Creo que en el fondo nos gustaba a los tres. Sus ojos nos cautivaban. Además sus perfectas caderas nos ponían mucho. Demasiado. Supongo que por eso pasó lo que pasó.

Esa misma noche fui a su casa a pedirle perdón. No estaba el coche de sus padres, así que supuse que estaría sola. Sinceramente me acojonaba bastante tener que pedirle perdón delante de ellos. Me abrió Logan. No me asusté al ver su cara, si no al ver su cuerpo. Su cuerpo desnudo, tapado solamente con una toalla. Me quedé mirándolo hasta que él rompió el hielo.

-¿Hola?
-Hola ¿Está Penny?- le contesté temblorosamente
-No, estoy allanando su casa ¿A ti que te parece?
-Logan ¿Quién es?- se oyó desde dentro, era Penny

Él no contesto

-Vamos, pasa

Él me había hecho una hueco para pasar hacía rato pero por alguna razón u otra mi cuerpo se negaba a pasar. Terminé entrando. Oí pasos, era Penny. Cuando llegó me sorprendí mucho no, muchísimo. Igual fue mi mente perturbada la que me llevó a pensar mal. Ella estaba vestida. Es más, no se podría haber puesto tantas cosas desde que había sonado el timbre.

-¿Qué quieres?- me preguntó con un tono de lo más borde
-¿Podemos hablar a solas? 
 -Claro, ven a la cocina

Había estado muchas veces en su casa. De pequeño. Cuando mi madre trabajaba de tarde, yo me quedaba en casa de Penny a jugar. Jugábamos muchísimo al escondite.

-Bueno, ahora sí ¿Qué coño quieres?
-Primero, te quería perdón. A lo mejor me pasé un poco con lo de Logan, tampoco estabas tan embobada, es más ni se te notaba. Pero ¿Qué? Ya te lo has ligado ¿Eh?

Penny estalló en risas. Se reía tanto que tuvo que beber agua.

-Alex ¿Enserio pensabas que me gustaba Logan?
-No se…
-Es mi primo idiota- y seguía riéndose

Me sentí ridículo. Muy ridículo. Michael y Jean se me iban a reír de mí en cuanto se lo contase. Por último acabé riéndome yo también. Penny me dio un vaso de agua. Y tras un rato acabamos sentados los tres en el sofá hablando de cosas de la vida. Claro que Logan ya se había vestido.

-Pero a ver, algo no me cuadra ¿Por qué Logan estaba desnudo?- tras eso comencé a beber agua
-La estaba violando- contestó Logan con una frialdad parecida a la de Penny

Penny reventó a reír otra vez.

-En su casa no tienen agua y se ha venido a duchar aquí, tontón.

Me eché a reír también.
Pasados 15 minutos Logan se fue porque llegaba tarde a casa. Yo le dije a Penny que me iba a ir también. Pero ella me agarró con sus piernas como si fuesen una pinza. Me dijo que me quedara a cenar, que sus padres se habían ido de viaje a Nápoles y no volverían en una semana. Así que tendría que comer sola. Mis padres tampoco estaban en casa. Iba a cenar sólo también porque mi hermano estaba en casa de su novia. Le dije que sí. Pero que pasaría a por una película a casa porque hasta que cenásemos quedaba bastante rato. Como estábamos en invierno anochecía mas temprano, así que a las 18:00 ya había anochecido. Que fue la hora a la que llegué a casa de Penny. Así que eran las 19:00. Hice ese cálculo de camino a casa. Llevé Pesadilla en Elm Street: El origen. En cuanto nos pusimos a verla, ella sacó una manta, se sentó al lado mío, me echó encima la manta y me abrazó.

-Tranquilo, sólo quiero un poco de calor corporal. Pon los pies sobre la mesilla, estarás más cómodo.

Sonreí y obedecí. Ella olía a chica. Muy a chica. Tal cual me imaginaba el olor de las chicas que mataba el protagonista de El Perfume. Un olor seductor, quizás mas que eso. Sentía como si esa invitación a cenar fuese otra cosa. Yo sabía que ella no era virgen. Pero ella que yo lo era creo que no. Nunca hablaba con ella de esas cosas. Inconscientemente puse mi brazo por encima de su hombro. Ella me miró a los ojos, sonrió y se acurrucó más.
Presté poca atención a la película, dado a que no estaba muy acostumbrado a tener a una chica a mi lado de esa forma. Cuando ya había acabado Penny llamó a Telepizza para que nos trajeran unas pizzas. Media hora después estaban allí. En esa media hora le estuve contando lo que habíamos estado hablando con Michael y Jean. Pensamos en comprar la pequeña parcela que había detrás del garaje. Que habían hablado con el dueño y que podíamos conseguir el dinero en 2 meses. Pensamos con ello en tirar la pared del fondo y ampliar del todo el garaje. Quedaría perfectísimo. Creo que le hablé de todo eso sólo para evitar que me preguntase nos había puesto celosos con lo de Logan. La conocía bien y sabía que lo estaba pensando. Nos comimos las pizzas mientras veíamos un programa de vídeos de la gente cayéndose y golpeándose. Nos partimos de risa. Ya eran las once, y aunque mis padres tenían una cena y no volverían hasta las tantas, me empezaba a sentir un poco incómodo. Penny aprovechaba cada segundo para agarrarme y agazaparse a mí. Estaba seguro, pero segurísimo, de que cuando llegara casa empezaría a decirme “Idiota, idiota, idiota” mientras me daba golpes. Le dije que me tenía que ir, que ya nos veíamos mañana. No me dejó irme, me agarró de la camiseta por detrás y no me dejó irme.

-Penny para, que mañana tengo que madrugar para…

Era sábado.

-¿Para qué?- me preguntó con una voz suave que me excitó muchísimo

Me sentó en el sofá otra vez.

-Vamos, quédate, nos lo pasaremos bien- me dijo mientras se subía encima mío

Por último me besó. Nunca la había besado, sus labios estaban calientes. Mejor dicho, su cuerpo estaba caliente. No se para qué tenía puesta la manta si debía estar asándose.
Me zafé rápidamente de ella.

-¡Penny ya vale joder!- grité- No sé qué es lo que quieres pero así no lo vas a conseguir. Ya se que quieres algo porque nunca te has fijado en mí. Cosa que me da igual. Pero si quieres algo es mejor que me lo pidas a que hagas esto.

Puso una cara de extrañeza extrema.

-¿Pero tú que te crees? ¿Qué soy puta? Ya se que si quiero pedirte algo no tengo más que pedírtelo. Pero me parece un poco raro llamarte y decirte “Eh Alex, quiero sexo ¿Y tú?”
-A ver, tú me gustas. Me pareces una chica encantadora y todo lo que quieras. Pero eres mi amiga, nos conocemos desde pequeños. No quiero arruinar así nuestra amistad. Suena muy cursi pero es así. Lo siento Penny.
-Vale vale, tranquilo. Te entiendo. Buenas noches

Se levantó y me dio un suave beso en la mejilla mientras apagaba la tele. Tras eso hizo lo mismo con las luces, me miró sonriente y se marchó a su habitación. No sin antes acompañarme hasta la puerta. Su frialdad me dejó helado, como siempre.
Ni siquiera llegué a casa y ya empecé a arrepentirme. Ay, si le hubiese dicho que sí. En ese momento estaría en su cama, abrazado a ella. Pero bueno, siempre he sido alguien optimista. La oportunidad ya había pasado. Too late.
Lo que había pasado esa noche no afectó para nada en nuestra relación. De vez en cuando nos quedábamos mirando mutuamente durante un rato hasta que acabábamos riéndonos. Ella volvió al garaje a trabajar y todo siguió normal. Tres meses después logramos hacer la reforma y el garaje se amplió de tal forma que podíamos permitirnos que trabajasen Logan y Hamlet en el garaje con nosotros. Esta vez el tiempo pasó a una velocidad vertiginosa. Pasaron dos años, sí dos años. Ninguno nos dimos cuenta, pero estábamos haciendo ese trabajo prácticamente sin cobrar, porque todo el dinero que ganábamos iba directamente a una hucha que teníamos en el garaje. Salvo unos sofás que compramos y el cambio de la puerta. Cambiamos la puerta de garaje por una pared de cemento con una puerta de madera. El garaje estaba precioso. Pero la cosa es que en la hucha estaba el trabajo de 2 años enteros (descontando un año de ganancias dado que habíamos gastado dinero). Había ahí 4320€. Realmente una fortuna.
Ya teníamos los 18, estábamos sacándonos el carnet. Habíamos pasado los cuatro por unas cuántas parejas. Todos menos Jean. Jean tenía novia desde hacía mucho. Se llamaba Alice. Era una chica pelirroja. De pelo rojo pasión. Pero un rojo muy rojo. Tan rojo que parecía teñido. Aunque no lo era. Sus ojos eran iguales a los de Jean. Quizás un poco más verdes. Pero hacían buena pareja la verdad. Michael había estado saliendo con un par de chicas un poco ¿Cómo decirlo? Pijas, no, creídas, si, egocéntricas. Michael se había vuelto inaguantable. Era pedante, su acento se había vuelto del todo asqueroso. Creía que podía con todas las chicas. Incluso me contó Penny que había intentado besarla. Pero ese no era el principal problema de Michael. Su principal problema era otra cosa. Lo descubrimos hacía un año, cuando, tras haber acabado de hacer su parte de los clavos, se puso a liarse un porro en la mesa. Fumaba marihuana todo el día. Por último tuvimos que decirle que fumase fuera. Llegábamos a casa apestando a hierba.
Penny había tenido dos novios. Uno se llamaba Ricky, resultó ser gay. Y el otro no recuerdo su nombre, pero era feo.

Las cosas pintaban bien para nosotros. Hasta que llegó la noche en la que todo se arruinó. Ya todos teníamos piso propio y estábamos estudiando. Una noche quedamos los seis para hacer una fiesta, con Logan y Hamlet, en el piso de Michael. Nos lo pasamos muy bien. Logan y Hamlet se fueron juntos a las cinco, porque vivían cerca. Yo me fui media hora después que ellos. No sé qué ocurrió. Solo sé que a partir de esa noche, todos empezamos a trabajar en casa. Ya no pisábamos el garaje para nada. No nos juntábamos. Penny, por razones de la vida, encontró piso al lado mío. Cuando la veía (Pocas veces, parecía que me evitaba) tenía mala cara, parecía que hubieses hecho algo malo. Incluso entregábamos los clavos por separado. Muy separado. Incluso llegamos a pedirle al anciano de la tienda que nos separase los clavos en intervalos de dos kilos y medio. Además le dijimos que cuando fuesen los otros chicos a buscar los tornillos les diese 5€ a cada uno.
Nunca supe lo que pasó esa noche. Sólo recuerdo mucho alcohol y olor a marihuana. Realmente me fui por eso, parecía que la cosa se iba a poner bastante mal. Tenía razón.
El problema no fue que hiciésemos el trabajo por separado. El problema era que no nos juntábamos. Los únicos amigos que teníamos éramos nosotros. Y los habíamos perdido.

Pasados un par de meses, Michael, dejó de estudiar. Él estaba en ingeniería. No soportó la presión. Dijo que se iría a París y que no volveríamos a verle. Después de esta noticia Jean, Penny y yo nos juntamos una tarde en el garaje para hablar de ello. Reinaba el silencio, durante diez minutos no abrimos la boca ninguno. Hacía mucho que no veía a Jean. Me dispuse a romper el hielo.

-Bueno ¿Y ahora qué?

Penny me miró, hacia tiempo que no lo hacía. Sus ojos habían cambiado de color, ahora eran grises. Ya no era la misma. Mi madre siempre decía que nuestro color de ojos siempre destacaba como éramos. Penny era otra persona. Se lo noté. Ella se dio cuenta y dejó de mirarme.

-Supongo que hay que buscar a otro ¿no?- contestó Jean
-Yo quiero dejarlo ya, este trabajo nos está consumiendo. Además nos quita tiempo de estudio- dijo Penny
-¿Pero estás loca? Este trabajo nos está ayudando muchísimo. Creo que no hace falta buscar a nadie más. Somos mayores, podemos hacer el trabajo solos. Pero estaría mejor que lo hiciésemos aquí. Los tres juntos.

Quise convencerles así de que todo era una tontería. Al final quedamos en que seguiríamos trabajando. Y que el dinero de Michael se lo daríamos a Hamlet y a Logan.
Eso le gustó a Penny.
Pensé que todo había vuelto a la normalidad. Mejor dicho, lo había hecho. Pero al parecer la felicidad no existe. Es una palabra que se han inventado los hippies para llamar la atención. Nadie es realmente feliz, tenga lo que tenga. Siempre hay un objetivo en todo. Y cuando llegas a él todo se acaba. No tienes más objetivos. Comparable con un videojuego creo yo.
A los dos meses nos llegó una carta a cada uno. Teníamos que cobrar una herencia, la misma. De un tal Faustine Ernst. Era el anciano. Nunca llegué a leer mi carta entera. Serían las diez de la mañana y llamaron a mi timbre. Era Penny, sus ojos emanaban lagrimas, muchas lagrimas. Nunca la había visto llorar así. Cuando le pregunté que pasaba me enseñó su carta. No lloré. Yo nunca lloro.
Ese domingo fue el funeral. No acudimos al velatorio. Había mucha gente en la iglesia. En el entierro, nadie. Pero absolutamente nadie. Sólo Penny, Jean, Alice y yo. No teníamos la más remota idea de quién había pagado las coronas, comprado el ataúd y alquilado el coche fúnebre. Ni quien era la gente que estaba en la iglesia. Cuando ya estuvo bajo tierra el cajón nos dispusimos a cobrar la herencia. Al fin y al cabo nos habíamos quedado sin trabajo. Siento la frialdad con la que relato esto. En ese momento supuso un shock para los tres.
Absolutamente perplejos. Helados. Tiesos como piedras. Así nos quedamos cuando leímos en el texto de la herencia el nombre de Tornillos o’Matic. El anciano nos había legado la tienda. Pero no solo eso. Si no que también nos había dejado pagada la mercancía de 10 años. Penny casi se desmaya. Incluso tuvo que agarrarse al vestido de Alice, la cual casi enseña todo. Jean me miró perplejo. Sus ojos azules se posaron en los míos. No se por qué, pero empecé a gritar y a saltar. Aunque, era un día triste, estaba contento. Muy contento. Penny lloraba de la alegría y Jean se había puesto a besar a Alice de una manera que parecía que le daba igual estar una oficina.
Vendimos el garaje por el doble de precio que lo habíamos comprado y nos instalamos en el enorme almacén de la ferretería. Era gigantesco. Tan gigantesco que nos costó dos años remodelarlo entero para que pareciera algo flipante. Éramos millonarios, en dos años llegamos a tener una cantidad insana de dinero. Como el anciano nos había dejado pagada la mercancía no teníamos gasto alguno. Además éramos la única ferretería en kilómetros a la redonda. Ni siquiera había ninguna en Warming, aun siendo esta la capital del país. Era algo irónico. Así que todos nos compraban. El almacén tenía una televisión gigantesca, más grande que la pequeña Alice. Pasábamos el día entero ahí dentro, jugando a las consolas que teníamos (habíamos comprado todas), en un Jacuzzi que nos había costado bastante dinero instalar. Nos turnábamos para atender la tienda (ni en dependientes gastábamos dinero). Era el jodido paraíso.
Penny había empezado a salir con un chico llamado Tomas, era cachondísimo. Tenía el pelo negro y largo, unos ojos de un amarillo brillante y una dentadura perfecta. Me alegraba ver a Penny con un chico como él. Yo también estaba saliendo con una chica, se llamaba Lucy. No destacaba por sus ojos, ni por su sonrisa, lo hermoso era su pelo, era liso a todas horas. Podías darle con el secador mientras estaba mojado que seguiría liso. No lo planchaba ni nada. Solo era liso. Me enamoré de ese pelo.
Llegó el momento en el que habíamos acabado las carreras. Me recibí en derecho, Penny en marketing y Jean en filosofía. Nuestros sueños cumplidos. Todo era una jodida fantasía. Pero como verdad universal, las fantasías no son reales. Es más, duran poco.
Una tarde mientras estaba atendiendo la ferretería entro un hombre de pelo negro, noté que era teñido. Su flequillo le tapaba los ojos. Se acercó al mostrador, se quitó la melena de los ojos y dio a ver dos iris de color ámbar, parecían piedras. Lo reconocí de inmediato. Era Michael. No se de donde ni como, pero sacó una pistola y me apuntó.

-Buenos días Alex ¿Qué tal? ¿Disfrutando de tu fortuna a mi costa?

Sin duda se había vuelto absolutamente loco.

-¿Qué quieres Michael?- le dije tartamudeando
-Tranquilo amigo, sólo quiero cobrar una cosa
-¿Cuánto quieres?- sí, siempre he sido un cagueta
-¡Una jodida vida! Tú me quitaste la mía con tu estúpida idea de los clavitos de mierda.
-Perdona pero tú fuiste el que quiso trabajar
-¡Pero fue tu idea! Ahora voy a llevarme tu vida y estaremos en paz. Luego me suicidaré aquí mismo. Ni siquiera intentaré quitarme culpas. Te mataré como ha hecho la droga conmigo. Droga que, de una manera directa o indirecta me suministrabas tú.

Miré hacia abajo esperando el disparo, sabía que iba a morir. No tenía elección. Oí un golpe de metal. Miré hacia arriba y estaba Jean, con una palanca en la mano. Me desmayé.
Desperté en un hospital. Penny y Jean estaban en la habitación. Podía verse en sus caras una expresión de seriedad. No entendí lo que hablaban durante unos minutos.

-Chicos ¿Qué pasa?- pregunté extrañado

Se veían lágrimas en los ojos de Penny. Se miraron por un momento y Jean se sentó en la silla que tenía al lado de mi cama.

-He matado a Michael

Realmente se me detuvo el corazón. Relacionando términos, si Jean no hubiera matado a Michael, yo probablemente estaría en un sótano sin ventanas. Pero no podía creerlo. Al fin y al cabo Michael había sido siempre mi amigo. Realmente no sabía que decir, así que dije lo primero que se me pasó por la cabeza.

-¿Y el cadáver? ¿Qué habéis hecho con él?
-Está en el almacén, hemos dicho que te habías mareado por los vapores del jacuzzi. Vamos, levántate que nos vamos.

Rápidamente nos fuimos a la ferretería, donde estaba el cuerpo. Ni siquiera se habían molestado en esconderlo. Estaba tirado en medio del almacén. Nos rondaron mil ideas de qué hacer con él. Por último resolvimos enterrarlo en un descampado que había a dos manzanas de la ferretería.
A las cuatro de la mañana lo enterramos Jean y yo, Penny no vino. La cosa ya se había tornado oscura. Nos habíamos cargado a un tío. Me parece del todo inhumano. Pero lo peor acababa de empezar.
Como siempre pasa, las desapariciones se investigan a fondo. Nosotros nos habíamos deshecho del cuerpo y de todo lo que hubiera podido dejar huella de Michael. Así que no encontraron ni el cuerpo ni ninguna pista que pudiera inculparnos (Aunque estuvieron registrando la ferretería a fondo)
Tuvimos una semana la tienda cerrada. Estuvimos cada uno en nuestras casas. No descansando, si no reflexionando. Sabíamos que nos habíamos convertido en asesinos. Habíamos matado a un amigo por lo que había sido una caja de clavos. Una insignificante caja de 10 kg de clavos, 5 kg de clavos dorados y otros 5 kg de plateados. Éramos repugnantes. Yo no podía dormir. Me atormentaba a mi mismo. Lucy no sabía nada. Solo intentaba calmarme cuando le decía que había tenido una pesadilla. Me abrazaba y se dormía, pero yo no podía. No podía dormir sabiendo que el cadáver de un amigo estaba enterrado en un campo. A la intemperie de cualquier perro que meara encima. Merecía una tumba mejor. Me levanté de la cama. Llovía. Llovía mucho. Lucy no notó mi ausencia. Me fui hasta le ferretería, cogí una pala y corrí hasta el campo en el que Michael estaba enterrado. No tenéis la más mínima idea de la sorpresa que me llevé al encontrar a Penny y a Jean allí. Estaban desenterrando a Michael. Rápidamente y sin decir nada me uní a ellos. El cuerpo olía terriblemente mal. Las bacterias ya habían empezado a devorarlo por dentro. Colocamos el cadáver encima de una carretilla que alguno de los dos había traído. La lluvia era muy fuerte. No dolía. Hasta que empezó a granizar. Dios nos estaba castigando. Éramos unos hijos de puta. Habíamos dejado a un amigo enterrado en medio de un campo cualquiera. Anduvimos hasta el cementerio. Éste se encontraba en la otra punta del pueblo. El granizo caía fuerte. Dolía muchísimo cada impacto. Y eran más de diez por segundo. Además estábamos en pijama. La necesidad de darle una buena sepultura a nuestro amigo nos había enviado casi como zombies hasta allí. El granizo caía más fuerte y más grande. Pudimos contemplar como rompía la luna de un coche. Un hielo me impactó en la boca y me abrió el labio. Mi sangre emanaba como si fuese una fuente del infierno. Llegamos al cementerio y con ayuda de la pala excavamos un agujero en una pequeña parcela de tierra que quedaba. Hicimos muy buen agujero. Pero no nos parecía suficiente. Teníamos que conseguirle un ataúd. Como tremendos enfermos fuimos los tres, sin pensarlo, a la tumba del anciano. Cavamos y sacamos el cajón, que aún se encontraba en aceptable estado. Lo abrimos para sacar el cadáver y poner el de nuestro amigo. Penny se desmayó al ver el interior del ataúd. Estaba vacío. Completamente vacío. No quedaba ni rastro del anciano. Jean y yo quedamos paralizados sin saber qué hacer. Después de unos diez minutos quietos nos miramos y proseguimos a poner el cuerpo de Michael dentro. Lo metimos y lo enterramos. Como en el libro de Nada relata, cuando fuimos a tapar el agujero del anciano, faltaba por lo menos un tercio del contenido. Sin ningún problema ni preguntar, Jean tiró la carretilla y la pala y empezó a echar la tierra con las manos. Yo lo ayudé. Nos pusimos de pie delante de donde Michael estaba enterrado y me dispuse a hablar.

-Aquí yace Michael Peterson, el amigo más serio que he tenido en mi vida

Cogimos a Penny y nos fuimos a casa. La cara de Penny sangraba, la mía también. Jean estaba lleno de moratones. Casi irreconocible. Fuimos a la ferretería a bañarnos en el jacuzzi. Nos metimos con ropa incluida. Metimos a Penny también. De esa forma recuperamos nuestra temperatura corporal. Ninguno dijimos ni una sola palabra en toda la noche, salvo las mías cuando enterramos a Michael. El agua del jacuzzi se torno de un marrón rojizo, por el barro y la sangre. La cara de Jean recupero su estado normal un poco después de entrar. Estaba morada pero por lo menos parecía él. Tras limpiarme la sangre me cosí la herida yo mismo. Lo mismo hicimos con Penny que las tenía por toda la cara. Parecía que nos hubiéramos peleado con alguien. Sin decir absolutamente nada Jean cogió el coche, se acercó a la gasolinera y cuando volvió empezó a meter bidones de gasolina en la ferretería, metió un total de 25 bidones. Sabía lo que pensaba, le ayudé. Marcamos un pequeño camino hasta el centro de la ferretería con la sustancia negra y pusimos al final los bidones llenos. Levantamos entre los dos la caja fuerte, la abrimos y la pusimos justo al lado. Sacamos a Penny al porche para que no la dañara más el granizo. Agarré una caja de cerillas, saqué una, la encendí y la arrojé a la gasolina. La ferretería explotó en mi cara, los cristales me saltaron a la cara y a los brazos, aun conservo las cicatrices. Jean nos llevó a Penny y a mí al hospital y se marchó.

Desde ese día no volvimos a vernos. La vida me fue mal a partir de ahí. Nos fuimos de Sheder para intentar subsistir en otros países. Ni el título de abogado me salvó. Por eso ahora escribo esto en una servilleta de un bar. Quizás alguien lo lea. Me detengo porque se me han acabado y porque seguramente dentro de unos minutos el camarero vendrá a decirme que si no voy a consumir que me vaya. Le entendería. Ver a un vagabundo arrancando y escribiendo servilletas no es de muy buena imagen en los bares de New York. Vine aquí con la idea de que podría empezar una nueva vida aquí. Me equivoqué. Mi nombre es Alexander French. Si alguien quiere publicar esto en un periódico o libro, suerte. A mí no me molestéis.