Información adicional

Twitter: @jyolosolo Email: juanmaestevegallideathnote@gmail.com Página de Facebook: facebook.com/ojosqueleen

martes, 7 de julio de 2015

JDR

Me gusta pensar en las maravillas que a veces hace el destino. Como es capaz de juntar a cincuenta personas que poco y nada tienen que ver, para convertirlos en una enorme familia durante cinco días. Cada uno con sus peculiaridades, con sus secretos y sus exclusivas, su vida privada que se convierte en pública.
La cosa es que estaba yo, vestido con una camisa de bachiller, con gorguera y todo, unas mallas que me hacían pasar un calor que servía como tráiler, un pantalón enorme que usaban los cabezudos de mi pueblo en fiestas de agosto, y esas botas de mujer, rotas en los talones, que me ofrecían un porte majestuoso, cuando la sobrina de Don Quijote de la Mancha me dijo “Oye Juan, me ha fallado una chica para el Campo de Trabajo de Torres que te comente cuando estabas en Salou –he de hacer un inciso en que rechacé tal propuesta por mi agotamiento causado por las ingentes cantidades de alcohol consumidas por mí y mis compañeros de viaje - ¿Te apetecería venir?”. Al pensar en mi situación, de un chaval que, por primera vez en su vida, lleva una para septiembre y que, hasta que tocase estudiar, iba a pasar el verano jugando a Call of Duty Zombies con una lata de Monster en la mano e infinitos cigarrillos en el cenicero, dije “¿Por qué no, un poco de disciplina?”. Así que acepté.
Y allí estaba, con siete chicas con las que, salvo Eva, no mantenía ningún tipo de relación, de camino a un pueblo al que nunca había ido de fiesta, para trabajar. Ansioso por conocer gente, por hacer amigos, y relacionarme con cualquiera que estuviese dispuesto a hacerlo. Al montar la segunda tienda ya no podía más, saqué el móvil y me encontré con una cantidad desconsiderada de mensajes. Habían pasado dos horas que, para mí, habían sido dos minutos. Me lo estaba pasando bien. Así que dejé el agotamiento atrás y, con gorra y gafas de sol en sustitución a mi camiseta, me dispuse a conocer a todo aquel que apareciese por la puerta.
Primero Galindo “el cojo” y Ramiro, cuya madre me subvencionó los cigarros de la tarde. Llevaban tienda de lanzar, benditas tiendas de lanzar, así que no tuve que ayudar a montar.
Aquí me detengo, pues no es mi plan mencionar uno a por uno a los cincuenta, es más, no nombraré a ninguno más, no daré nombres ni apodos pues, no hay nadie que merezca mayor reconocimiento que el grupo entero.
Si algo aprendí de HIMYM, es la facilidad que ofrece este mundo para conocer a alguien, pillarle más cariño que a tu mano derecha y, tras una despedida sin ningún sentido aparente, no volver a verlo jamás. Pues esta fue la primera y la última vez que participo en una de estas actividades y, aunque me duela, la primera y última vez que pasaré una semana como ésta.
Despertando junto a gente que lo único que tiene que ver  conmigo es la de que sus padres hayan firmado un papel para autorizar que su hijo duerma en una tienda de campaña. Desayunando café soluble, incomparable con el de mi cafetera, y doscientos vasos de zumo por mi “intolerancia a la lactosa” para quitarme ese sabor a mierda del piti de antes de dormir. “Currando” con un equipo aleatorio que resultó ser otra familia, dentro de la familia, con la que bostezar y quejarse del calor. Almorzando un bocata aleatorio con una fruta aleatoria. Comiendo en al Aroa, con su camarero puto amo, huyendo para echar un cigarro entre plato y plato. Tomando el sol en la piscina, con miedo a dormirme y que me llenen de pollas dibujadas con permanente que no se quita sin arrancarte la piel. Contando chistes de humor negro en el bar, tan negro que se paraba a abanicarnos. Invirtiendo ese “tiempo libre” antes de cenar para pasearme por todo el recinto preguntado a todos qué tal iba el día, abrazando a tod@s pues desde un principio fui consciente de que en algún momento llegaría el final. Cenando en el Vanesa, mientras que todo Torres se pone en la puerta para ver si llegan ya esos extraterrestres que pagan por trabajar. Escuchando dos mil veces El Taxi y Bailando, mientras trato de engullir la comida fría sin una cañita brava. Alienándome en la velada, sin saber por qué coño estoy haciendo tal cosa a las doce de la noche con toda esa gente. Esperando a que se duerman los monitores, cuales Cancerberos, para poder liarla por las tiendas.
Y tantas cosas, tantas que necesitaría un libro para plasmarlas todas. Ya sé que dije que no podría nombres, pero me veo en la necesidad de nombrar a unos cuantos, solo porque el corazón me lo pide. Pero antes he de pedir no un perdón, sino mil perdones a aquellos que no menciones, pues cada uno de vosotros ha dejado un trozo de sí mismo dentro mío, y eso es lo que importa.
Empiezo por las mías, mis compañeras de taxi, Eva, a quien encontraréis una preciosa dedicatoria en una foto mía de Instagram, con el grupo de franceses, Pilar, Gema, Sara, Alexandra, Candela y Paloma, que, pese a algunos rifirrafes, han dado “buena imagen” de nuestra comarca.
Celia, Alicia y Clara, que me acogieron el primer día en su tienda sin conocerme de nada, gracias a ellas no dormí con Galindo en el campo de fútbol. Os quiero mucho chicas.
Gonzalo y Anabel, el dúo dinámico, que ha dado todo el color que faltaba en JDR, y con quien espero no perder contacto pues es un fantástico dibujante.
David, quien al principio tomé como el ligón del campa, por no conocerlo de nada. Es ese tío que está en todos lados, con una energía anormal, y que pase lo que pase aparecerá para dar vida a la situación.
Ahora mis compañeros de tienda los otros cuatro días, después de que Laura me arrebatase mi loft ¬¬
Fran “Callaos coño que quiero dormir”, y su voz grave asesina, es un tío enorme que no podría olvidarme de mencionar ni aunque me borrasen la memoria. Siempre amable y dispuesto. A quién mataría por pagarle un viaje a Dublín.
Vicky, con quien los malentendidos eran ley de vida, pero junto a las risas y las ironías, los chistes malos y las conversaciones abiertas. Una de las personas que más me ha marcado, sin duda.
Adrián, quien me ha remarcado la frase de “No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”. Una persona estupenda que, sin duda, es la que más ha disfrutado de este viaje y a quien deseo más suerte de todos.
Bruno, a quien agradezco esa paciencia infinita que ha tenido conmigo y mi forma de ser.
Y aquí me detengo, repito que siento mucho no poder poner a todos, pero no acabaría en mi vida pues tengo mil cosas que decir de cada uno de vosotros.
Aina, tremenda futbolista. Esther, suerte con tu digestión. Nuria, buena compañía la última noche. Las Paulas ¡Guapas! Ramiro, gracias por romperte los pies bailando mi hard. Carmen, la borracha de la fregona, Álvaro, subo tres cartas y una piedra, Yuri, déjame liarme uno, Alicia, Selena, María, Alba, Miriam, Mario, Elena, Emily, Sergio, etc.

Os quiero chicos, en serio.