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martes, 25 de marzo de 2014

Bioshock Infinite (Parte 11)

Adormecido en el suelo, Booker pudo ver como Elisabeth manipulaba el panel de mandos (cambiando las coordenadas que él había marcado) y huía por la puerta del dirigible. También vio a un hombre de raza negra pasearse por la cabina, el cual al verle tumbado en el suelo le asestó un puñetazo para dejarlo inconsciente.
Despertó unas horas después en la puerta abierta de la nave. Estaba sobrevolando una inmensa góndola aérea en la cual había unos prisioneros negros picando mientras un Handyman los vigilaba, éste le dirigió una mirada de sorpresa pero no hizo nada.

-Daisy, el aire fresco ha funcionado. Éste está despierto.-escuchó detrás de él.

Se reincorporó girándose para ver quien hablaba. Se trataba del hombre que le había pegado, pero con un gesto más amable. DeWitt intentó armarse, pero debido a su mareo estuvo a punto de caer al vacío de no ser porque su agresor lo agarró de la camisa.

-Así que tú eres ese falso pastor sobre el que tanto hemos oído estos días-dijo una mujer sentada en el dirigible entre dos camillas- Armaste un gran revuelo en la rifa.

-¿Eres Filroy?- preguntó a la chica de raza negra, la cual aparentaba unos veinte años.

-La misma.

-No tengo nada contra ti ni contra Vox Populi. Pero este dirigible del que me tienes colgado es mío, y me hace mucha falta.

-¿En serio? Porque a mí, sin duda, me parece el dirigible de Comstock.

-Mira… No estoy buscando pelea.

-Ya hay una pelea, DeWitt. La pregunta es ¿De qué parte estás tú? Comstock es el Dios del hombre blanco, del rico, del despiadado. Pero si crees en la gente corriente, únete a los Vox. Si crees en la gente honrada, únete a los Vox…

-Solo quiero el dirigible- interrumpió.

-Y los Vox te lo darán, pero antes tienes que ayudarnos. Hay un armero de Finkton que puede suministrar armas a nuestra causa. Consíguenos esas armas, y te devolveremos tu dirigible.-ordenó dándole una pequeña tarjeta.

Acto seguido, el hombre le asestó una patada en el pechó lanzándolo fuera del dirigible. Booker gritó, pero fue interrumpido por su leve colisión contra el suelo.

-Más me vale encontrar a Elisabeth antes de que se vaya.

Delante suyo se erguía una enorme puerta, seguramente llevaría al puerto, la única forma de huir de Columbia. Así que la abrió despacio mientras escuchaba la voz de un capitán gritando.

-Largo de aquí, granuja. Seguramente no quieres saber lo que hacemos con las polizonas bonitas.

Cuando acabó de abrir la puerta se encontró a la chica reincorporándose de la caída del barco. Pero cuando ella notó su presencia se levantó rápido y salió corriendo.

-¡Oye! ¡Espera un momento!

-¡Apártate! ¡No te acerques!

Ella huía cada vez más rápido, mientras Booker lo hacía a duras penas debido a su caída del dirigible. Pero cuado lograba acercarse lo suficiente a ella como para detenerla con Caballo Salvaje, el vigorizador que levantaba a los enemigos por los aires, ella abría un desgarro y de ellos salían desde trenes a comparsas de músicos que impedían el paso a DeWitt o que detenían, con sus consecuencias, el golpe del vigorizador. Por último abrió un desgarro delante de ella en el cual se veían dos soldados de Comstock y se dispuso a entrar.

-¡No! ¡No entres ahí!

La chica saltó hacia el portal y fue apresada por ambos soldados. Justo cuando Booker iba a entrar se cerró. Pero parecía ser que llevaba a alguna parte de ese edificio, porque por la megafonía comenzaron a dar órdenes de llevarla hasta la azotea para que un Handyman se la llevase a la estatua de vuelta. Entonces la vio, en una ventana, intentando librarse de la guardia de Comstock. DeWitt, desesperado comenzó a abrir cajas de armamento. Había de todo, incluso armas que él no había visto en su vida. Entonces lo encontró, un francotirador. Lo levantó, comprobó la munición y apuntando rápido asestó un tiro en la cabeza a uno de los soldados que retenían a Elisabeth. Subió a un raíl y apuntando con una sola mano le voló los sesos al otro guardia. Cuando pasó por la ventana saltó dentro clavándose algunos cristales en el cuerpo.

-¡No pienso ir contigo!- anunció ella abriendo otro desgarro que contenía un ascensor. Entró y bajó rápidamente.

Él volvió a saltar a los raíles ignorando los disparos de los soldados que eran detenidos por el campo magnético. Cuando llegó al piso de abajo se encontró a Elisabeth completamente inmóvil y con cara de preocupación con sus ojos clavados en él.

-Bo-bo-booker…

Rápidamente se giró, pero no le dio tiempo a hacer nada. Un Handyman le asestó un puñetazo con su brazo metálico. Lo agarró de la camisa e impulsándose arrojó a Booker hacia una góndola aérea que había sobrevolando el vacío. Él se reincorporó rápido y se desató el francotirador de la espalda. Apuntó rápidamente al pecho del monstruo, pero éste fue más ágil y le arrojó una caja, la cual le golpeó fuertemente y lo desestabilizó para que cayese al vacío. Ahí fue cuando se dio cuenta que todo estaba perdido, no veía la caída, no había fondo. Se preguntó qué ciudad estaría sobrevolando Columbia en ese momento. Pero entonces, de la nada, apareció un dirigible que frenó su caída. Estaba claro, había sido un desgarro. Entonces, impulsado con Caballo Salvaje se lanzó hacia “tierra firme”. Agarró del suelo una escopeta de cañón ancho (fruto de las cajas que había roto el Handyman) y se encaró hacia el corazón descubierto de la bestia. Y en el momento en el que ésta iba a darle un puñetazo apretó el gatillo y reventó el cristal protector. Sin detenerse rozó la palma de su mano con el dedo corazón y lanzó un rayo de Jinete Eléctrico hacia la máquina, la cual soltó un enorme chispazo y cayó convulsionando en el suelo.
Cansado, se dirigió a Elisabeth, que miraba asustada.

-Gracias, me has salvado la vida.

-Yo te salvo la tuya, tú me perdonas la mía.

Él esbozó una sonrisa cómplice.

-Verás, no es tan fácil… He hecho un trato para recuperar el dirigible.

-¿Puedes sacarnos de aquí?

-Sí, solo necesito suficientes armas como para armar una sublevación del Vox Populi.

-¿Y de dónde sacaremos esas armas? ¿De uno de tus numerosos amigos y aliados? –preguntó sarcásticamente.

-De un armero de Finkton, debería ser pan comido ¿Qué me dices? ¿Socios?

-Eres un mentiroso… Y un matón… Pero también eres mi única forma de llegar a París.

El polígono industrial se hallaba al lado del puerto debido el difícil transporte de la ciudad. Así que, con ayuda de Beso del Diablo, se metieron por la puerta principal a la mansión Finkton., cuyo dueño fue víctima de los efectos de Posesión y se marchó a sentarse al sofá de nuevo.
Llegaron a un gran salón lleno de taquillas lujosas que debían ser para los trabajadores más honorados.

-Booker, esta es la taquilla de Slate, debía trabajar aquí. – anunció Elisabeth mirando unos folios que había dentro- ¿Qué? Es el diario de mi madre ¿Por qué lo tendría Slate? “Mi marido afirma que la niña fue enteramente creada por voluntad divina. Soy creyente pero no estúpida. Su… bastarda… no se criará bajo mi techo.” Mi madre, ella fue la que me encerró en la torre.

-Elisabeth…

-Tan solo quiero salir de esta ciudad. Por favor.

Subieron a un ascensor que había al lado de las taquillas y dentro de éste comenzó a sonar un mensaje publicitario de Finkton.

-Me llamo Jeremiah Fink, y quiero compartir contigo mi credo personal ¿Cuál es la criatura más admirable sobre la faz de la Tierra? ¡Pues la abeja! ¿Alguna vez has visto una abeja de vacaciones? ¿Alguna vez has visto a una abeja cogerse una baja? La respuesta, amigo ¡Es no! Así que yo te digo ¡Sé como la abeja! ¡Sé la abeja!

El elevador se detuvo y el telefonillo que había dentro comenzó a sonar. Elisabeth y Booker se miraron extrañados y él apretó el botón para contestar.
-Emmm… ¿Hola?

-¿Señor DeWitt?- preguntó una voz femenina.

-Supongo que sí.

-Le pasaré con el señor Fink.

-¿Qué pasa?- preguntó Elisabeth.

-¿DeWitt? Aquí Fink. Escúchame, te hemos estado observando y permíteme decirte que ahora mismo eres nuestro principal candidato ¡El principal! Mi colega el Señor Flambeau, te ayudará en lo que necesites.

-¿Pero este hombre no estaba bajo Posesión?- susurró la chica.

-Sí, pero si no me mantengo cerca se acaba y vuelve a la normalidad. Normalmente, si me quedo, acaban pegándose un tiro o algo así.

-Pues parece extrañamente encantado de conocerte.

El ascensor prosiguió su descenso. Pasó por una ventana, desde la cual podía verse una enorme estatua dorada del señor Fink.

-Menudo ego tiene el tío- comentó ella.

La publicidad comenzó a sonar otra vez, ahora acompañada de vistas de la fábrica por dentro, donde podían verse trabajadores en pésimas condiciones.

-Hay quien me dice, Fink ¿Por qué nos pagan en fichas que son solo válidas en tiendas de la compañía? Pues te diré “Que me aspen si voy a permitir que a cualquiera de vosotros os estafen en alguna tienducha dudosa.” Verás, la tienda Fink te ofrece productos Fink, a un precio pensado específicamente para el obrero de Fink.

El ascensor se detuvo en un piso en el que le esperaba un trajeado caballero.

-Bienvenido señor DeWitt. En esta mesa encontrará objetos que le pueden ser útiles durante su estancia.

-¿Qué quiere Fink de nosotros?- preguntó la chica.

-Disculpa, el interés del señor Fink se limita estrictamente al caballero.

-Pero ¿Por qué?

-Lo siento, pero cualquier pregunta  relativa a la solicitud del caballero deberá formularse directamente formularse directamente al Señor Fink.


Entonces se marchó, apretando por el camino una palanca que abría una enorme puerta detrás de donde él estaba antes.

jueves, 6 de marzo de 2014

Bioshock Infinite (Parte 10)

Elisabeth no hizo comentario sobre ello, creando así un silencio incómodo. Continuaron su caminata hacia un ascensor que había en la misma plaza. No sabían a donde iba, pero no tenían otra salida. Booker pulsó el botón con su mano vendada, a penas le dolía, estaba acostumbrado a aguantar el dolor.

-Me parece que no entiendo muy bien como… haces lo que haces. Esos desgarros.

-Siempre lo he visto como puertas. Cuando era más joven no solo abría los que me encontraba. Recuerdo crearlos.

-¿Crearlos?

-Recuerdo ir adonde me apetecía, pero siempre quería volver…

-¿Dónde?

-No lo sé ¿Con mi familia?

-Ah… ¿Cómo haces eso? Sea lo que sea.

-¿Recuerdas que dije que he tenido mucho tiempo para leer? Pues intenté descubrirlo. He leído libros de física y temas así.

-¿Sí? ¿Y qué aprendiste de ellos?

-Que entre lo que vemos y lo que es media un mundo de diferencia.

No dijo más, continuó andando hacia la máquina que requería Jinete Eléctrico. N            ada más llegar, Booker se equipó con el vigorizador que empezó a lanzar rayos a todas las superficies de metal. Agarró la palanca y estiró de ella. Un mecanismo se accionó y de unos raíles comenzó a bajar una cabina, y mientras descendía comenzaron a sonar los altavoces de la ciudad.

-¡Te abandonará, mi dulce Elisabeth!- gritó Comstock- Cuando tenga lo que necesita te dejará sola ¿Qué otra cosa cabe esperar de un mentiroso asesino de mujeres?

-Comstock…-susurró DeWitt con ira.

-Padre… profeta…- clamó Elisabeth- Seas lo que seas me voy a ir, y no podrás hacer nada por impedirlo.

-Mi dulce niña, en eso es en lo que te equivocas.

Se escuchó un enorme ruido metálico detrás de Booker, éste se giró y allí estaba, aquella criatura llamada Handyman, cuerpo robótico y cabeza humana, que exponían en las ferias. Aprovechó su mano llena de rayos para lanzar una corriente hacia él, pero para su sorpresa no se inmutó, es más, su cuerpo se llenó de rayos y al golpearle con su puño metálico le pegó un fuerte calambrazo.

-¡Booker! ¡Mira!- gritó Elisabeth señalando una especie de robot con la figura de Abraham Lincoln que empuñaba una ametralladora y parecía estar fijando a DeWitt.

Se lanzó encima del Handyman y abrazó su cabeza. El campo magnético lo mantuvo pegado a su cuerpo mientras el padre fundador le disparaba con una gatling. Todas las balas se quedaban retenidas en su espalda gracias al escudo. Entonces saltó hacia atrás y con un impulso de las manos dirigió todo el plomo que llevaba encima hacia la pequeña escotilla que llevaba el Handyman en el pecho por el cual podía verse su corazón. Con par de balas se rompió dejando caer un líquido poco espeso. Entonces aprovechó y utilizando Jinete Eléctrico arrojó una descarga hacia aquel fluido, electrocutando así el corazón de la máquina que cayó inerte en el suelo. Luego se equipó con posesión y haciendo parkour por las fachadas logró alcanzar al robot del Abraham Lincoln y poniéndole una mano encima lo cubrió con aquella llama verde, con lo cual lo controló para que fijase su propia cabeza como objetivo. Cuando aquella máquina se hubo volado los circuitos, volvió a donde estaba Elisabeth escondida, le extendió la mano para que se levantase y montaron en la cabina que ya había bajado y ella utilizó una horquilla de su pelo para abrir la puerta de mandos en la que DeWitt accionó la palanca para subir.

-Mientras estabas inconsciente en la playa repetías el nombre de una mujer… “Anna”.

-No quiero hablar de ese tema.

-Lo siento, no debería haber husmeado… Dime ¿De dónde eres, Booker?

-Nueva York.

-¿Y qué hiciste allí?

-Asuntos de este tipo, nada que se preste realmente a incluirlo en un currículum.

-Menos mal que apareciste justo cuando lo hiciste.

-¿Cómo te crees que acabé aquí? Aposté. Y ahora debo dinero a tipos con los que no me conviene estar en deuda. He venido a saldarla. Lo de rescatarte… ¿Por qué crees que ha sido? ¿Por caridad?

-¿Quién te ha enviado?

-Alguien que estaba dispuesto a ocuparse de mi deuda a cambio de ti.

Ella le dirigió una mirada furtiva, pero no dijo más porque ya habían llegado. Y ¿Cómo no? Otro ascensor. Dentro había un cartel con la marca AD.

-Vaya, pues parece que te llaman el falso pastor.

-Y a ti el cordero.

-Preferiría no tratarnos así.- reculó.

-Por mí bien- respondió guiñándole el ojo.

-¿Y cómo crees que sabían que vendrías aquí?

-Pues, o tienen un profeta de su parte…-insinuó seguido de la risa sarcástica de Elisabeth- O los que me contrataron les dieron las señales.

-¿Por qué?

-Ni idea…

Cuando el elevador se detuvo y las puertas se abrieron, quedó a la vista la puerta del dirigible Primera Dama. Una vez dentro, Booker, mirando el mapa, ajustó las coordenadas para dirigirse a París.

-¿Estás bien?- preguntó al ver preocupada a la joven.

-Quiero ver París. Y también quiero ver… todo.

-Bueno, eso es cosa tuya ahora, nadie te lo…

-Espera… ¿Qué es eso? Cuarenta norte por setenta y cuatro oeste. Eso no es París ¡Es Nueva York!- interrumpió Elisabeth mirando las coordenadas que Booker marcaba.

-¿Cómo sabes eso?

-Si algo que tenía en la torre era tiempo, DeWitt, tiempo para estudiar cosas como geografía.

-Debía dinero, y había un tipo que me ofreció liquidar mi deuda a cambio de ti.

Ella comenzó a llorar y de espaldas a Booker.

-Vamos, eh, no llores. Todo va a salir bien, date la vuelta y habla conmigo.

La chica detuvo su llanto, y con un movimiento rápido le golpeó en la cabeza con una llave inglesa que había encima de la mesa de controles. Él cayó al suelo inconsciente.