“-Booker ¿Tienes miedo de Dios? –No, pero tú sí me das miedo”
“La mente del sujeto luchará
desesperadamente por crear recuerdos donde no los hay”
Barreras al viaje transdimemsiona - R. Lutece 1889
Costa de Maine, 1912
-¿Piensas
quedarte ahí sentada?
-¿Y qué prefieres? ¿Que me ponga de
pie?
-Que remes, por ejemplo- le respondió
el hombre del traje impermeable.
-¿Remar? No había pensado hacerlo- contestó
mientras se giraba para extenderle a Booker una caja.
Él nunca la había visto, pero en la
tapa estaba su nombre tallado, así que se la puso en las piernas y siguió
callado.
-Entonces ¿Pretendes que cargue yo
con todo el muerto?
-No, aunque espero que seas tú el que
reme, venir aquí fue idea tuya- siguió discutiendo sin prestarle atención a
Booker.
-¿Idea mía?
-Creo haber dejado claro que no creo
en todo este asunto
-¿En el mar?
-No, supongo que eso te sentará bien.
-Entonces ¿En qué?
-Todo el asunto del experimento
-Disculpadme- interrumpió Booker-
¿Falta mucho para llegar?
-Al emprender un experimento sabes
que puedes fracasar- el hombre continuó sin responder a Booker
-Pero si no lo intentas ya sabes de
antemano que has fracasado
Mientras tanto Booker abrió la caja
que la extraña le había dado. Dentro había una pistola, una Mauser Prototype
CX7. También había una foto de una chica, llevaba un vestido azul con una
camisa blanca debajo y una coleta atada atrás, apenas se le veía la cara, en la
parte de atrás de la foto ponía “Hacia
Nueva York” Aparte, había una llave con una especie de jaula tallada en la
parte superior del mango, y unas cuantas monedas, no eran las que Booker
utilizaba habitualmente, estas eran águilas de plata, una moneda que existía
pero no se utilizaba en ningún sitio.
-¿Podemos volver a lo de remar?
-Te sugiero que lo hagas o no llegaremos nunca
-Me refiero a que te agradecería que
me ayudaras
-Tal vez deberías preguntarle a él
-No, porque él no va a remar
-¿No va a remar?
-No, no va a remar
-Ah, ya veo por dónde vas
Los extraños se mantuvieron callados
durante unos minutos, hasta que se avistó un muelle a través de la niebla.
-Ya hemos llegado- anunció la mujer
mientras el bote se acercaba hacia una escalera.
Booker subió lenta y pesadamente por
la escalera y se puso a contemplar el paisaje. Llovía a cántaros y el faro que
tenía enfrente dejaba ver las gotas cayendo a través de la luz que proyectaba,
el muelle no aparentaba abandonado, pero tampoco había nadie ni parecía haberlo
en kilómetros a la redonda.
Cuando Booker quiso darse cuenta el
hombre ya le había dado la vuelta al barco y se disponía a remar.
-¿No deberíamos decirle cuando vamos
a volver?
-¿Cambiaría eso algo?
-Podría servirle de consuelo
-En algo podríamos estar de acuerdo…
-Eh ¿Va a venir alguien a recogerme?-
preguntó Booker extrañado al ver que se iban a marchar sin él
-Eso espero, vaya
-Parece un lugar terrible para
quedarse tirado
“Quizá haya alguien dentro” pensó
Booker para sus adentros. Recorrió rápidamente el camino que llevaba desde el
muelle hasta el faro y se situó frente a la puerta. Era una puerta bastante
nueva para estar en aquel faro. En ella había un papel pegado, el cual
extrañamente no se hallaba mojado por la lluvia, como si acabasen de ponerlo
allí. En él ponía “DeWitt, tráenos a la
chica y se saldarán tus deudas, es tu última oportunidad”
Booker no se inmutó, llamó a la
puerta 3 veces, al ver que nadie contestaba la empujó levemente y ésta se abrió.
-Perdón, soy Booker DeWitt, supongo
que me estarán esperando.
No recibió ninguna respuesta.
Delante suyo había una mesa con una palangana,
cual antiguo lavabo, salvo que en lugar de un espejo había un cartel que ponía “De tus pecados te he de lavar”
No tuvo muy en cuenta este detalle y
siguió subiendo las escaleras de caracol.
Al llegar al siguiente piso se
encontró una imagen de lo más aterradora. Había un hombre atado a una silla con
un saco de mimbre en la cabeza, el cual estaba manchado de sangre por la parte
donde estaba la cara. El cadáver no olía, por lo cual debía ser reciente, lo
cual también daban a ver las gotas húmedas de sangre que había en la pared. En
el pecho, colgando del cuello, el hombre tenía un cartel.
-No nos decepciones- leyó Booker
Rápidamente se giró y vio en una mesa
unas cuantas monedas, águilas de plata, iguales que las que llevaba en la caja.
Las cogió y siguió subiendo pisos hasta el tejado.
Al llegar a la parte superior del
faro encontró una caseta, la cual llevaba, al parecer, al foco. Se acercó a la
puerta y se encontró con un obstáculo, no había cerradura. En lugar de eso había
tres campanas, sí, campanas. Nadie le había advertido de eso, bueno, no le habían
advertido de nada. Sacó la caja y empezó a rebuscar. En ella encontró una
tarjeta con unos dibujos: un pergamino, una llave y una espada, todos ellos
seguidos de unos números. Levantó la visto y se encontró con que los dibujos de
la tarjeta coincidían con los de la campana. Así que probó directamente a tocar
cada campana el número de veces que el número le marcaba. Una vez el pergamino,
dos veces ya llave y dos veces la espada. Cuando acabó, la lluvia cesó, y
durante unos segundos no ocurrió nada. Booker se mantenía expectante, la puerta
no se abría. De repente el cielo se nubló de rojo y sonó una especie de sirena
de barco.
-Pero ¿Qué demonios?- Booker
alucinaba
Esto ocurrió tres veces. Tras eso la
puerta se hundió en el suelo, campanas incluidas y el foco del faro se abrió
cual cortina para dar a ver una silla con esposas de metal en los brazos y en
las patas. “Vale, creo que esperan que me
siente allí“ pensó DeWitt sarcásticamente, pero de repente la puerta
ascendió del suelo y cerró la caseta dejando a Booker encerrado con aquella
silla. Así que no vio más remedio que sentarse. Nada más hacerlo, las esposas
se cerraron y le ataron a la silla. Entonces sonó una voz robótica:
“Mantenga la calma, las ataduras están solo como medida preventiva”
Entonces salieron una especie de pétalos
mecánicos del suelo ye empezaron a encerrar a Booker como si fuese una flor. El
que estaba en frente suyo poseía una ventanita en la cual él podía mirar lo que
había fuera. De repente, la silla se giró horizontalmente dando a ver un fogón,
a Booker se le calló la pistola dentro, la cual quedó reducida a cenizas. La máquina
comenzó a hablar de nuevo mientras DeWitt gritaba y se retorcía.
“Comienza el ascenso, 100
metros , 200 metros ,…, 1000 metros . Aleluya”
Booker no daba palabras de lo que veía,
tras atravesar las nubes, a través de la ventana podía ver una ciudad enorme,
flotando en el aire. No había coches ni ningún medio de transporte, pero los
edificios flotaban en el aire, como si estuviesen construidos sobre las nubes.
Empezó a sonar música anticuada. Mientras bajaba, DeWitt podía observar
carteles idénticos, en los cuales aparecía siempre el mismo hombre, un anciano
el cual parecía llamarse Comstock y era como una especie de profeta. Entonces
lo que fuese que transportaba al viajero se detuvo en una superficie, pero tras
un par de segundos continuó el descenso. Al parecer estaba entrando en algún
lugar sagrado, porque en las paredes separada en partes estaba la inscripción “¿Por qué iba a enviar a su salvador entre
nosotros, si no vamos a levantar un dedo por nuestra propia salvación? Pensamos
que no merecíamos su misericordia y él nos ha llevado a este nuevo edén, una
última oportunidad de redención”
También había una especie de
monumento en el cual estaba inscrito “El
profeta es quién debe llevar al pueblo al nuevo edén”
Ahí mismo se detuvo, las esposas liberaron
a Booker y una puerta se abrió delante suyo para que saliese.
DeWitt analizó un poco el lugar, al
parecer se encontraba en una especie de iglesia, no parecía cristiana, es más,
estaba completamente inundado, el agua le llegaba a Booker por las rodillas. Entonces
de lejos se oyó una voz, provenía de unas escaleras que él bajó rápidamente.
-Cada año, en este preciso día,
renovamos nuestro compromiso con nuestra ciudad y con nuestro profeta, el padre
Comstock. Renovamos nuestro compromiso con sacrificio y agradecimiento, sumergiéndonos
en las dulces aguas del bautismo. Y si el profeta hubiera abatido a nuestros
enemigos en WoundedKnee, mas no hubiera clamado contra la Sodoma bajo nosotros,
habría bastado. Si el profeta tan solo hubiera clamado contra la Sodoma, mas no
hubiera aceptado los tres obsequios dorados de los Fundadores, habría bastado.
Si el profeta hubiera aceptado los tres obsequios dorados de los fundadores,
mas no hubiera rezado por nuestra liberación, habría bastado- aclamaba una voz,
que primero desconocida, pero que luego DeWitt pudo comprobar que provenía de
un anciano, rodeado por un túmulo de personas con túnicas blancas con capucha.
El cual se alertó rápidamente de la presencia del viajero y reaccionó hacia él-
¿Quién es? ¿Es alguien nuevo? ¿Alguien proveniente de la Sodoma de abajo?
¿Alguien recién llegado a Columbia para purificarse ante el Profeta, los
Fundadores y el Señor?
-Solo tengo que acceder a la ciudad-
respondió Booker un poco incómodo-
-¿Acceder a la ciudad?- preguntó el
anciano que por los susurros de los acompañantes DeWitt dedujo que lo llamaban
Predicador Willing- Hermano, el único modo de acceder a Columbia es renacer
entre las aguas bautismales ¿Vas a purificarte hermano?
-Lo único que quiero es pasar
La multitud empezó a empujarle
lentamente hacia el anciano el cual le esperaba con una mano extendida. Y,
obligado por los encapuchados, le dio la mano.
-¡Yo te bautizo en el nombre de
nuestro Profeta, de nuestros Fundadores y nuestro Señor!
Entonces hundió con fuerza la cabeza
de Booker en el agua durante unos segundos.
-¡Que le hagan renacer en el seno de
Columbia! ¡No sé hermanos y hermanas, pero a mi no me parece que haya quedado
muy limpio!
Así que volvió a meterlo bajo el
agua, pero esta vez hasta que éste perdió el conocimiento.
Juegazo. Buen artículo.
ResponderEliminarGracias, espero poder seguir en breves. Últimamente llevo la agenda apretadísima y no me da tiempo a escribir nada, pero en verano volveré a daros caña ;D
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