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miércoles, 7 de mayo de 2014

Reflexión III

Tengo más de 500 amigos. Aún así estoy solo. Hablo con todos ellos cada día y, sin embargo, ninguno me conoce realmente. Levanta la vista. El problema está entre mirar a los ojos o mirar un nombre en una pantalla. Porque al volver a mirar a mi alrededor me doy cuenta de que este medio al que llamamos “social” no es nada, excepto cuando encendemos nuestros ordenadores y con eso cerramos nuestras puertas. Toda esta tecnología que tenemos es solo una ilusión. La comunidad, la compañía y el sentido de la inclusión, y aún cuando dejas este dispositivo de ilusión te despiertas para ver un mundo de confusión. Un mundo en el que somos esclavos de la tecnología que dominamos, donde la información es vendida por algún rico y codicioso bastardo. Un mundo de interés propio, de imagen propia, de promoción propia. Donde compartimos las mejores partes, pero dejamos fuera la emoción. Somos felices cuando compartimos una experiencia. Pero ¿Es lo mismo si nadie está ahí? Está ahí para tus amigos y ellos estarán ahí para ti. Pero no habrá nadie en un grupo de WhatsApp. Editamos y exageramos, imploramos atención, pero pretendemos no notar la aislación social. Ponemos las palabras en orden hasta que nuestras vidas brillen. Pero sabemos que si alguien está escuchando estar solo no es el problema. Podemos enfatizar, leer, pintar algo o hacer ejercicio, es ahí cuando estamos siendo productivos y presentes, sin reservas o reparos. Está siendo despierto, atento y le das buen uso a tu tiempo. Así que cuando  estás en público y empiezas a sentirte solo. Pon tus manos detrás de tu cabeza y deja el teléfono a un lado. No necesitas mirar el menú o la lista de contactos, solo hablad unos con otros, aprended a coexistir. No puedo soportar el silencio en un tren lleno, donde nadie quiere hablar por el miedo a parecer loco. Nos estamos volviendo antisociales que no pueden encontrar satisfacción en mirarnos los unos a los otros y mirar a los ojos de alguien. Estamos rodeados de niños que, desde que nacieron, nos han visto vivir como robots y pensar que es la norma. No es probable que seas el mejor padre del mundo si no puedes entretener a tu hijo sin un iPad. Antes, los niños nunca estaban en casa, estaban fuera con sus amigos y sus bicicletas, dándole uso a sus zapatillas y pelándose las rodillas, construyendo una casa en lo alto de un árbol. Ahora los parques están callados, eso me da un escalofrío, el hecho de no ver niños fuera y los columpios ahí quietos.  No hay salto a la cuerda, rayuela, no hay juegos ni carreras. Somos una generación de idiotas, de teléfonos inteligentes y gente tonta. Así que levanta la mirada y apaga la pantalla. Aprovecha los alrededores y haz todo lo que puedas en tu día. Solo una conexión real es lo que necesitas, para que veas, la diferencia que puede marcar el simple hecho de estar ahí. Estar en el momento en el que ella te de esa mirada, que recordarás para siempre porque es cuando te enamoraste. La primera vez que le tomes la mano. El primer beso. La primera discusión, pero que amarás más que a tu vida. El momento en el que no tendrás que twittear lo que has hecho, porque solo querrás compartirlo con esa persona. Cuando vendas tu ordenador para comprarle un anillo a la chica de tus sueños, que ahora es tu realidad. El momento en el que querrás formar una familia. Y el momento en el que tomarás en brazos a tu primera hija, y te volverás a enamorar de nuevo. Las veces que te mantendrá despierto por la noche y lo único que querrás es descansar. Cuando te seques las lágrimas al irse tu “pequeño bebé” del nido. Y cuando vuelva a casa con un niño que puedes sostener y cuando te diga “abuelo” y te haga sentir realmente viejo. El momento en el que revisarás todo lo que has hecho, solo por prestarle atención a la vida y lo contento que estás de no haberla desperdiciado mirando abajo a un invento. El momento en el que tomarás la mano de tu esposa, sentado al lado de su cama, diciéndole que la amas y            besando su frente. Ella te susurrará suavemente, cuando su corazón dé el último latido, que tuvo suerte de que la parase ese chico perdido en la calle en lugar de mirar la dirección en el GoogleMaps. Pero puedes tener por seguro, que nada de esto ocurrirá, no tendrás nada de esto, si estás tan ocupado mirando hacia abajo. No ves las oportunidades que pierdes. Así que levanta la vista de tu teléfono, apaga la pantalla. Tenemos una existencia finita, unos días contados. No malgastes tu vida siendo atrapado por una red, ya que cuando llegue el final, no hay nada peor que el arrepentimiento.
Yo también soy culpable de ser parte de esta máquina. Este mundo en el que somos escuchados pero no vistos, en el que escribimos mientras hablamos y leemos cuando chateamos. Un mundo en el que pasamos horas juntos, sin hacer contacto visual. No te entregues a una vida en que sigas el camino de la masa, dale a la gente tu amor, no un “Me Gusta”. Desconéctate de la necesidad de ser escuchado y definido. Sal a conocer el mundo. Deja atrás las distracciones. Levanta la vista del teléfono u ordenador. Apaga la pantalla. Deja de leer esto. Y vive la vida de la forma real


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