Elisabeth no hizo comentario sobre ello, creando así un
silencio incómodo. Continuaron su caminata hacia un ascensor que había en la
misma plaza. No sabían a donde iba, pero no tenían otra salida. Booker pulsó el
botón con su mano vendada, a penas le dolía, estaba acostumbrado a aguantar el
dolor.
-Me parece que no entiendo muy bien como… haces lo que
haces. Esos desgarros.
-Siempre lo he visto como puertas. Cuando era más joven no
solo abría los que me encontraba. Recuerdo crearlos.
-¿Crearlos?
-Recuerdo ir adonde me apetecía, pero siempre quería volver…
-¿Dónde?
-No lo sé ¿Con mi familia?
-Ah… ¿Cómo haces eso? Sea lo que sea.
-¿Recuerdas que dije que he tenido mucho tiempo para leer?
Pues intenté descubrirlo. He leído libros de física y temas así.
-¿Sí? ¿Y qué aprendiste de ellos?
-Que entre lo que vemos y lo que es media un mundo de
diferencia.
No dijo más, continuó andando hacia la máquina que requería
Jinete Eléctrico. N ada más
llegar, Booker se equipó con el vigorizador que empezó a lanzar rayos a todas
las superficies de metal. Agarró la palanca y estiró de ella. Un mecanismo se
accionó y de unos raíles comenzó a bajar una cabina, y mientras descendía
comenzaron a sonar los altavoces de la ciudad.
-¡Te abandonará, mi dulce Elisabeth!- gritó Comstock- Cuando
tenga lo que necesita te dejará sola ¿Qué otra cosa cabe esperar de un
mentiroso asesino de mujeres?
-Comstock…-susurró DeWitt con ira.
-Padre… profeta…- clamó Elisabeth- Seas lo que seas me voy a
ir, y no podrás hacer nada por impedirlo.
-Mi dulce niña, en eso es en lo que te equivocas.
Se escuchó un enorme ruido metálico detrás de Booker, éste
se giró y allí estaba, aquella criatura llamada Handyman, cuerpo robótico y
cabeza humana, que exponían en las ferias. Aprovechó su mano llena de rayos
para lanzar una corriente hacia él, pero para su sorpresa no se inmutó, es más,
su cuerpo se llenó de rayos y al golpearle con su puño metálico le pegó un
fuerte calambrazo.
-¡Booker! ¡Mira!- gritó Elisabeth señalando una especie de
robot con la figura de Abraham Lincoln que empuñaba una ametralladora y parecía
estar fijando a DeWitt.
Se lanzó encima del Handyman y abrazó su cabeza. El campo
magnético lo mantuvo pegado a su cuerpo mientras el padre fundador le disparaba
con una gatling. Todas las balas se quedaban retenidas en su espalda gracias al
escudo. Entonces saltó hacia atrás y con un impulso de las manos dirigió todo
el plomo que llevaba encima hacia la pequeña escotilla que llevaba el Handyman
en el pecho por el cual podía verse su corazón. Con par de balas se rompió
dejando caer un líquido poco espeso. Entonces aprovechó y utilizando Jinete
Eléctrico arrojó una descarga hacia aquel fluido, electrocutando así el corazón
de la máquina que cayó inerte en el suelo. Luego se equipó con posesión y
haciendo parkour por las fachadas logró alcanzar al robot del Abraham Lincoln y
poniéndole una mano encima lo cubrió con aquella llama verde, con lo cual lo
controló para que fijase su propia cabeza como objetivo. Cuando aquella máquina
se hubo volado los circuitos, volvió a donde estaba Elisabeth escondida, le
extendió la mano para que se levantase y montaron en la cabina que ya había
bajado y ella utilizó una horquilla de su pelo para abrir la puerta de mandos
en la que DeWitt accionó la palanca para subir.
-Mientras estabas inconsciente en la playa repetías el
nombre de una mujer… “Anna”.
-No quiero hablar de ese tema.
-Lo siento, no debería haber husmeado… Dime ¿De dónde eres,
Booker?
-Nueva York.
-¿Y qué hiciste allí?
-Asuntos de este tipo, nada que se preste realmente a
incluirlo en un currículum.
-Menos mal que apareciste justo cuando lo hiciste.
-¿Cómo te crees que acabé aquí? Aposté. Y ahora debo dinero
a tipos con los que no me conviene estar en deuda. He venido a saldarla. Lo de
rescatarte… ¿Por qué crees que ha sido? ¿Por caridad?
-¿Quién te ha enviado?
-Alguien que estaba dispuesto a ocuparse de mi deuda a
cambio de ti.
Ella le dirigió una mirada furtiva, pero no dijo más porque
ya habían llegado. Y ¿Cómo no? Otro ascensor. Dentro había un cartel con la
marca AD.
-Vaya, pues parece que te llaman el falso pastor.
-Y a ti el cordero.
-Preferiría no tratarnos así.- reculó.
-Por mí bien- respondió guiñándole el ojo.
-¿Y cómo crees que sabían que vendrías aquí?
-Pues, o tienen un profeta de su parte…-insinuó seguido de
la risa sarcástica de Elisabeth- O los que me contrataron les dieron las
señales.
-¿Por qué?
-Ni idea…
Cuando el elevador se detuvo y las puertas se abrieron,
quedó a la vista la puerta del dirigible Primera Dama. Una vez dentro, Booker,
mirando el mapa, ajustó las coordenadas para dirigirse a París.
-¿Estás bien?- preguntó al ver preocupada a la joven.
-Quiero ver París. Y también quiero ver… todo.
-Bueno, eso es cosa tuya ahora, nadie te lo…
-Espera… ¿Qué es eso? Cuarenta norte por setenta y cuatro
oeste. Eso no es París ¡Es Nueva York!- interrumpió Elisabeth mirando las
coordenadas que Booker marcaba.
-¿Cómo sabes eso?
-Si algo que tenía en la torre era tiempo, DeWitt, tiempo
para estudiar cosas como geografía.
-Debía dinero, y había un tipo que me ofreció liquidar mi
deuda a cambio de ti.
Ella comenzó a llorar y de espaldas a Booker.
-Vamos, eh, no llores. Todo va a salir bien, date la vuelta
y habla conmigo.
La chica detuvo su llanto, y con un movimiento rápido le
golpeó en la cabeza con una llave inglesa que había encima de la mesa de
controles. Él cayó al suelo inconsciente.
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