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viernes, 25 de octubre de 2013

Sara

Cada vez que abro los ojos veo lo mismo. Esta lúgubre celda pudriéndose a ratos.
Hace tiempo que dejé de contar lo que me faltaba para salir. Prefiero que se trate de una sorpresa.

Un día entrará un guardia en mi celda y me dirá: "Número 21, es usted libre".
Entonces saldré corriendo por el pasillo, acompañado de los insultos de los demás presos. Sus sombras es posible que jamás vean la luz. En la puerta recogeré mis cosas, las que dejé allí al entrar: mi traje, dos dólares y una naranja. Deliciosa y jugosa naranja. Pero no será lo mejor, ni por asomo. Porque cuando salga a la calle, y una puerta metálica cese el retorno a ese tenebroso lugar, allí estará esperándome mi prometida, Sara.
Subiré al coche, aquel Ford desteñido por la luz del sol, y volveremos juntos a casa. Con total seguridad de que al llegar estarán mis familiares dándome la bienvenida. Mi madre, mis hermanos, incluso el tío John, sí, el tío John. Cuando se vayan me iré a dormir, en una cama con colchón y mantas.
Al día siguiente recuperaré mi trabajo en el desguace, al fin y al cabo no creo que al jefe le moleste que haya estado fuera un tiempo.
Trabajaré día a día, y ahorraré todo lo posible, así no pasará un año antes de la boda. Ella estará vestida de blanco, con un vestido muy largo, mis sobrinitas llevarán la cola. Yo también vestiré de blanco, y la veré atravesar la iglesia, con esa preciosa sonrisa en la boca. Al final, tras el "Sí, quiero" la besaré intensamente y nos marcharemos al banquete. Allí habrá una estatua de hielo con nuestros nombre. También ocupará el centro de la sala una fuente de chocolate, a mi hermano le encantará. 
Un año después ya habremos tenido un hijo. Si es chica la llamaremos Samantha, si es chico Michael. Prefiero un varón, pero si no sale no habrá problema, ya tendremos otro el año siguiente.
Cuando se vayan de casa, Sara y yo nos iremos a vivir a las montañas. Dormiremos frente a la hoguera, con nuestras blancas cabelleras apoyadas una en la otra, sin pavor a la muerte, hasta el fin de nuestros días.

Ayer vino a verme mi familia, lloraban de emoción, o eso creo. Supongo que pronto saldré de aquí. Sara no estaba, no querría que la viese así.
Cuando me dispararon en aquel motín perdí los recuerdos de por qué me encerraron, doy gracias a Dios de seguir vivo.
¿Este guardia va a soltarme? Sí, abre la celda ¡Me marcho! Se ve que ha hablado ella con los guardias para que lo primero que vea al salir sea su sonrisa, así que me han tapado la cara y no puedo ver nada. Me conduce por un largo pasillo. Oigo la puerta metálica chirriar. Siento el aire en el cuerpo. Hay mucha gente aquí, todos gritan, así que no puedo entender nada ¿Eh? ¿Qué dices de Sara? ¿De quién es esta bufanda? Me aprieta mucho, quitádmela, por favor. Mierda ¿Dónde está el suelo?
Te quiero, Sara. Juntos para siempre.

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