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martes, 8 de octubre de 2013

Bioshock Infinite (Parte 5)

Booker miró detenidamente aquel pasillo ahora que el dirigible había caído. Él estaba allí para completar una misión, era un mandado como otro cualquiera, debía acabar con ello lo antes posible y así volver a su vida anterior. Se detuvo a mirarse la mano, estaba rodeada de aquella llama verde producida por el vigorizador. “Esta ciudad es impresionante” pensó. Era un pasadizo sencillo, con paredes metálicas, el cual desencajaba con la decoración de la ciudad. Salvo el ascensor que había al final, ese era de madera con adornos en oro, al igual que casi todas las puertas de Columbia. DeWitt llamó al ascensor, entró y éste, sin apretar ningún botón, ascendió lo que supuso que era un piso nada más. Pero ¿Dónde estaba? Al fin y al cabo acababa de salir de un dirigible ¿No? Ya podía esperarse lo que fuera de aquel sitio: ascensores sin ningún impulso, bebidas que otorgaban superpoderes, edificios voladores y religiones suicidas. No tenía ni idea de cómo podía haberse metido en aquella situación. Pero no podía irse hasta acabar con su cometido. El elevador se detuvo. La puerta se abrió y dejó a Booker en frente de una palanca empotrada en la pared. Si giraba a la izquierda tenía un largo pasillo por delante. Hizo un pequeño gesto con la mano izquierda rascándose la palma de la mano con el dedo anular de la misma. En ese momento su mano se incendió de fuego rojo, tal cual había pasado al beber el segundo vigorizador. Ahí fue cuando lo entendió todo. Con los dedos de la mano izquierda controlaba los vigorizadores, y con la derecha el campo magnético. ¿Pero que pasaba si tenía más de cinco vigorizadores? Seguidamente hizo el mismo gesto con el dedo corazón y su mano se convirtió en aquella garra de cuervo. Soltó una pequeña risa. Que va, no fue pequeña, se rió a carcajada limpia. “¿Quién cojones va a pararme ahora?” gritó y siguió riéndose. Al parecer allí no había nadie, porque en ese caso se habría alertado de su presencia. Agarró la palanca con la mano del cuervo y la accionó. No ocurrió nada, al parecer el mecanismo estaba apagado. No lo pensó dos veces y acaricio la palma de su mano con el dedo meñique, ésta se envolvió en las llamas verdes. Volvió a accionar la palanca. Esta vez con mejor resultado. La pared donde se encontraba se abrió de lado a lado y dejó ver lo que parecía un escritorio con una pizarra detrás. En ella había muchísimos garabatos amontonados en una espiral cuadrada. Y el escritorio estaba lleno de plumas las cuales Booker podría vender por un par de monedas. Pero se contuvo a romper el cristal que le separaba de aquel sitio, por si acaso activaba alguna alarma. A su izquierda tenía otro pasillo el cual siguió sin pensarlo dos veces. Al final de éste, en una pared había una especie de cuadro de control el cual ponía “Rastreador de sujeto” seguido de diferentes nombres de habitaciones, como “Cocina”, “Baño” o “Salón de juegos”. Con la mano zurda, DeWitt apretó un botón rojo que había en el cuadro y la habitación con el nombre de “Camerino” se iluminó. “Perfecto, allí es donde está” dijo Booker, que tras poner la mano sobre la puerta que tenía a su izquierda, la cual se abrió hacia arriba, impulsada por algún mecanismo, se dispuso a encontrar el camerino.
Tras esa puerta se extendía un largísimo pasillo con un montón de puertas similares a la que acababa de abrir. Pero una destacaba entre las demás, porque tenía un cartel iluminado encima, obviamente, era su destino. La abrió igual que la otra, y misma imagen, una palanca apagada con una compuerta. La accionó. No pudo creer lo que veía, era Elisabeth. Estaba a un estúpido cristal de separación de completar su misión. Allí estaba, en persona era hermosa. Peinando su pelo castaño, con esos ojos azules cobalto que te hipnotizaban. Pero, un momento ¿Cómo es que no veía a Booker? Al fin y al cabo si él podía verla a ella, ella tenía que poder verle a él. Error, la chica se acercó al cristal y se puso a peinarse. O le estaba tomando el pelo o ella, realmente, estaba viendo un espejo. Mientras ella seguía su labor, DeWitt, encantado por tan hermosa figura, notó que le faltaba un dedo en la mano izquierda, el meñique. ¿Tendía algo que ver con los vigorizadores? Sin pensarlo dos veces, Booker golpeó el cristal fuertemente con el puño. No se rompió, ni un rasguño. Tocó la palma de su mano con el dedo corazón, y la colocó sobre el cristal, que empezó a echar humo y a ponerse rojo, pero no se derretía, ni se rompía. Sacó la pistola y le pegó un par de tiros, pero seguía sin inmutarse. Y al parecer, Elisabeth no escuchaba nada. Debía estar escuchando algún tipo de música. “Tiene que ver alguna puta forma de pasar” pensó Booker.
La chica dejó el cepillo en una mesa y levantó una foto. Era París. Una preciosa foto de la torre Eiffel. DeWitt nunca había estado en París. Bueno, el nunca había estado en ningún sitio. Agarrando la fotografía, lanzó un suspiro y se marchó. La compuerta se cerró y en un panel a la derecha de Booker se iluminó la habitación llamada “Comedor”. Salió de la habitación y partió hacia allí. Mientras caminaba, pudo comprobar como el fuego de su mano no le afectaba, ni siquiera sentía el más mínimos calor y su ropa no se quemaba. Fantástico. Se preguntó si habría más de esas bebidas. Eran la ostia.
No le costó encontrar la habitación, porque al igual que la anterior, también se iluminó. Repitió el mismo proceso con el vigorizador y la palanca. Esta vez, Elisabeth se hallaba pintando un cuadro, con la torre Eiffel, era clavadito a la foto. De repente, la chica puso las dos manos en el medio del cuadro, en forma de garra, y estiró hacia los lados. De la nada, se abrió una especie de portal, adivinaréis que era. Sí, París, una preciosa vista de la torre Eiffel. Desde lejos comenzó a oírse una sirena, y pasó poco tiempo en que se viesen las luces de una ambulancia conduciendo contra Elisabeth. La cual, asustada hizo un gesto rápido con las manos y cerró aquel “portal”. DeWitt estaba alucinado y acojonado a la vez.

-No sé que mierda ha sido eso, pero seguro que no tiene nada que ver con lo que he venido a hacer. Este trabajo no deja de empeorar.

La chica se marchó corriendo y en otro panel de control se iluminó la habitación llamada “Biblioteca”. Le costó menos encontrarla que las otras, dado que se trataba de una puerta enorme al final del pasillo. Cuando fue a abrirla, notó que estaba mucho más dura que las demás, es más, estaba sellada. No podía abrirla con Posesión pero decidió utilizar la fuerza bruta, se equipó la mano con Beso del diablo, hizo el gesto de arrojar algo, y como suponía, de su mano se formó una especie de meteorito que al impactar contra la puerta la fundió por el medio y le hizo un buen agujero, por el cual se metió Booker. Aquella puerta no daba al mismo sitio que las demás, y mucho menos a una biblioteca. Te sacaba a la “calle” o sea, a la parte exterior de la estatua, que confirmando sus sospechas, se trataba de Monument Island. Desde ahí arriba se podía ver toda la ciudad. Para hacer la gracia, Booker lanzó un par de piedras en llamas con aquel vigorizador. De esta forma pudo comprobar que no se trataba de algo infinito, porque su mano se apagó tras tirar tres meteoritos y no podía lanzar más.
Se encontraba encima de una pasarela la cual subía hasta la cabeza de la estatua. Obviamente, como no había otro camino, fue el que siguió nuestro protagonista.  Llegó al final de la pasarela y se encontró con otra puerta metálica la cual sí que se podía abrir.
Cuando pasó no se llevó ninguna sorpresa, solo una simple habitación con el suelo agarrado con cadenas al techo, estaba claro de que si rompía aquellas cadenas el suelo caería. Pero ¿A dónde? Al final de la habitación había una puerta como la anterior, así que quiso hacer lo más sensato y se dirigió hacia la puerta. Al parecer, el suelo no era un suelo verdadero, si no una plataforma que sujetaba una lámpara en la habitación de abajo, y esa puerta estaba más que nada que para el mantenimiento de esa plataforma. Esto comprobó Booker cuando las cadenas se rompieron y calló a lo que parecía ser una biblioteca. Se agarró por casualidad de una barandilla y cuando fue a ascender se encontró cara a cara con Elisabeth, la cual sujetaba un libro.

-Eh… Hola- saludó DeWitt dolorido dado que se había pegado un fuerte tirón en el brazo, pero la chica pegó un grito y comenzó a tirarle libros de las estanterías- ¡Eh, eh! ¡Para ya! ¿Quieres parar? ¡Déjalo de una vez!- gritaba mientras la joven seguía tirándole libros y todo lo que había en las estanterías. Cuando ésta agarró una silla y fue a golpearle con ella- ¡Para! No he venido a hacerte daño.
-¿Quién eres?- preguntó la chica sin bajar la silla.
-Me llamo DeWitt. Soy un amigo. He venido a sacarte de aquí.
-¡Oh! ¿Eres de verdad?- la chica se ablandó.
-Lo suficiente.
De repente, una estatua que había detrás de él empezó a emitir una melodía.
-Ya se acerca. Te tiene que ir- le gritó la chica empujándolo.
-¿Por qué? ¿A dónde?
-No te conviene estar aquí cuando llegue… ¡Un momento, me estoy vistiendo!- gritó la chica mirando hacia arriba.
-Puedo sacarte de aquí.
-No hay salida, créeme, la he buscado ¡Para ya! ¡Eres demasiado impaciente, ya basta!- volvió a gritarle a aquella presencia que al parecer estaba encima de ellos.
-¿Y que hay de esto?- Booker sacó la llave que tenía en la caja que le dio aquella mujer en la barca.
-¿Qué le pasa?- preguntó sin mirarla.
-Es la forma de salir ¿No?
-¡Oh! Pero ¿Qué estás…? ¡Dame eso!- gritó al ver la llave y se la arrancó a DeWitt de las manos.
La chica salió corriendo hacia una puerta que había en la sala. Metió la llave y la giró. Al parecer se activó algún mecanismo y la puerta comenzó a hacer ruidos extraños.
-¡Es una salida!
Entraron los dos rápidamente y empezaron a correr por los pasillos, subiendo y bajando escaleras mientras todo a su alrededor se iba derrumbado, había algo golpeando el monumento.
-¡Es Songbird! ¡Se encarga de mantenerme aquí encerrada!
-¡Eso ya lo veremos!
Siguieron corriendo, al final se toparon con el recorrido que Booker había estado haciendo hasta llegar a la biblioteca. Pasando justo al lado de la puerta fundida. Cuando llegaron al ascensor por el que había subido hasta el monumento, Elisabeth vio aquel cristal por el cual él había visto el escritorio con las plumas y la pizarra.
-¿Qué es todo esto? ¿Me estaban observando? ¿Todo este tiempo? ¿Por qué? ¿Por qué  me encerraron aquí? ¿Qué soy? ¿Qué coño soy?
-¡Eres la chica que va a escapar de esta estatua!
De repente, de la puerta del ascensor salió una gigantesca garra metálica que casi aplasta a Elisabeth contra la pared. Y cuando se retiró, en el agujero se posó un ojo metálico. DeWitt reaccionó rápido, se equipó con el vigorizador del cuervo y con el mismo gesto de lanzar meteoritos le arrojó un cuervo que se materializó de su mano. El animal empezó a picotear el ojo, el cual se retiró y dejó a ver un montón de vigas aboyadas que llevaban a unas escaleras. Booker y la chica saltaron hacia ellas y comenzaron a subir por las escaleras. Al ver que Elisabeth iba primero le advirtió que se quedara atrás.
-¡Cuidado Elisabeth!
-¿Cómo sabes mi nombre?
-Ahora no, luego te lo explico.
Llegaron al final de la escalera, y se encontraron con una puerta, ni siquiera se preocupó en ver si estaba abierta, acaricio dobló el dedo anular y lanzó un meteorito a la puerta la cual se fundió entera y les dejó pasar a la parte exterior de la estatua. Al ver que estaba rodeada por raíles lo vio claro, se puso en la mano aquel gancho que le robó al policía, el cual llevaba enganchado al cinturón, agarró a Elisabeth de la mano y se tiró al hacia uno de ellos acompañado del grito de horror de la chica, que no entendía que era lo que estaba pasando. Mientras se deslizaba por los aquellas vías aéreas podían contemplar como Monument Island iba siendo destrozada por lo que parecía ser un pájaro gigantesco. El “animal” les perseguía por la ciudad mientras ellos sin poder detenerse por la velocidad, seguían huyendo por los raíles. Al llegar a un puente, en el cual estaban soportadas las vías, el pájaro se lanzó directamente hacia él, destrozándolo por completo. Parecía que tuviese inteligencia. Entonces, nuestros protagonistas cayeron a lo que parecía ser agua, sí, agua. Flotando en el cielo. Booker perdió a la chica de vista y aterrizó junto con los escombros del puente. El pájaro cayó encima de él, pero como él estaba más hondo no llegó a tocarlo. Allí, la criatura le miró con su ojo amarillo, el cual de repente se rompió expulsando un líquido negro. Entonces, DeWitt perdió el conocimiento y entro en un profundo sueño.

Pero ¿Dónde estaba Elisabeth?

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