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martes, 1 de octubre de 2013

Bioshock Infinite (Parte 4)

Un jardín enorme se alzaba ante Booker. Había hiedra por todos lados y no florecía nada. Simplemente, hojas. Comenzó a andar. Se oían cuervos por todos lados y hacía mucho frío. Se encontraba en una habitación cubierta, dado que había ventanas entre las plantas y del techo colgaba una gran lámpara de araña con un enredadera cubriéndola.
Otro detalle a tener en cuenta era que había una enorme estatua en la habitación, una réplica de Monument Island que no llegaba el techo. También, corría agua de una fuente. DeWitt se acercó, y dentro se encontró con otra botella, como las dos anteriores ¿Qué coño pintaban ahí esas botellas? ¿Quién las había inventado? ¿Y para qué?
La sacó del agua, pero de repente, de entre todos los matojos comenzaron a salir cuervos, que se apelotonaron en medio del jardín. Formaban una especie de figura humana.

-Hola, Booker- de entre los cuervos que conformaban la cabeza del “muñeco” se asomó una cara. No le resultó familiar.

Aquel “lo que sea” se lanzó hacia él de frente. Estaba desarmado, no tenía nada que hacer, así que se dispuso a pelear a puñetazo limpio. Cuando aquel rostro estaba a varios centímetros de su puño, Booker abrió la mano y se la plantó en la cara. Bendición divina. Su mano comenzó a arder, sin que sintiera ningún dolor y quemó la cara a aquel espectro acompañado de sus gritos de dolor. Aprovechó que su mano estaba ardiendo para asestarle un par de puñetazos hasta que quedó inconsciente en el suelo, cuando esto sucedió los cuervos se dispersaron y allí no quedó nada ¿Qué había sido eso? A DeWitt no le sorprendía ¿Qué esperar de una ciudad voladora?
Nunca fue un hombre tonto, cada vez que bebía de esas botellas, conseguía algo nuevo, así que cogió la botella que había en la fuente y se la bebió de un trago. Como de costumbre todo empezó a darle vueltas. Aguantó de pie y se miró la mano, se había convertido en algo similar a una pata de pájaro, estaba llena de plumas y tenía las uñas larguísimas. Se escuchó un alarido de cuervo y todo volvió a la normalidad.

-Nada como un poco de locura para recuperar la cordura- se dijo DeWitt irónicamente y continuó andando

Al final del jardín, encontró una puerta negra, sin inscripciones ni picaporte, solo había que empujar. Daba a una casa. Una casa preciosa, con cuadros de gente que Booker no conocía, hermosos sofás tejidos en seda, al igual que las cortinas, y un precioso gato blanco atravesando el salón.

-¿Su pelo? Era pelirrojo, tirando a castaño, y rizado. Parecía irlandés.

-¿Y que hay de su temperamento?

-Era un anarquista, sin duda, se los distingue fácilmente.

DeWitt escuchó aquellas voces y las siguió hasta una habitación en la cual había un policía dibujando un retrato idéntico a él, a su lado había una mujer de color, vestida con ropas de campesina, sin duda, no era ella la dueña de la casa.

-Perdón, estoy buscando… - no le dejaron terminar

-Mierda, chicos ¡Está aquí! –gritó el policía mientras sacaba una pistola y comenzaba a disparar hacia Booker.

Por casualidad acertó, una bala iba directamente a la frente de Booker, todo se detuvo en su mente. La bala avanzaba rápidamente hacia él, incluso ahora que lo veía todo en cámara lenta. Cuando llegó a estar a pocos centímetros de su frente se detuvo.

-Pero… ¿Qué cojones?

El policía le disparaba y las balas se paraban antes de impactar contra él. Incluso algunas que pasaban rozando también se detenían y se quedaban flotando. Comenzaron a llegar más policías, con más pistolas, disparaban y no pasaba nada. DeWitt, tras ser consciente de que lo que estaba pasando era real, se acercó lentamente a la patrulla, enfundó su arma, aquella Mauser que no servía para nada, y tocó la frente de un policía con la mano. Al principio no pasó nada, al contrario de lo que esperaba Booker, tras el incidente con los cuervos. Pero de repente, el policía se esfumó en una explosión negra, en el suelo quedaron sus ropas. Un compañero suyo se acercó y las pateó. Nuestro protagonista estalló en risas cuando de aquél chaleco comenzaron a salir cuervos que atacaban a los guardias. Pero se resistían. DeWitt no entendía nada, no sabía como funcionaban aquellos poderes, así que cerró los puños y los ojos, empezó a hacer fuerza y se quedó estático. “A que me cago” se dijo a sí mismo. Abrió los ojos, los policías seguían ocupados, cuando pensaban que no había más cuervos salían más, Booker extendió una mano y apuntó hacia un policía con el índice, en ese momento, todos los cuervos se dirigieron hacia él y empezaron a picotearle. Pero no quedó ahí la cosa, todas las balas que flotaban alrededor suyo se dirigieron hacia él y lo acribillaron. Cayó al suelo con la mirada de todos sus compañeros. Los cuervos se esfumaron.

-¡Corred, joder! Lleva demasiados vigorizadores, mandad un Handyman

Todos salieron corriendo de la habitación. DeWitt ni siquiera se molestó perseguirles. Parecía inmortal, pero sabía que había algo que podría con él. Mientras le disparaban, podía apreciar como no todas las balas se detenían. Eso era peligroso.

Continuó indagando por la casa, llevándose con él todas las águilas de plata que veía y munición de pistola, no había más armas.
Esa ciudad era demasiado extraña, parecía que todo el mundo le conociese, además, no se equivocaba nunca de ruta. Parecía que algo le estuviese llevando a su destino.

La casa no salía a una calle, como todas las demás, ésta salía a una especie de motor de reloj, es difícil de explicar. Había engranajes por todo el techo y las paredes, y en frente de Booker se estaba proyectando una imagen de ese tal Comstock, eso por no mencionar a aquellos tipos rezando. Una voz en off comenzó a hablarle, era aquel profeta, el cual se daba a ver en la proyección.

-Sé por que has venido, falso pastor. Veo todos pecados que ennegrecen tu alma. Wounded Knee. Los Pinkerton. La bebida y el juego. Y naturalmente, Anna. Y ahora, has venido a por mi cordero, para saldar una deuda. Pero no todas las deudas pueden saldarse, Booker.

-No me conoces, amigo.

-La profecía es lo mío, DeWitt, como la sangre lo tuyo ¿Sabes por qué estos hombres morirían por mi? Porque he visto su futuro en la gloria, por eso están contentos ¿Qué te ha traído a Columbia, Booker? ¿Tráenos a la chica y saldarás tu deuda? Esto acabará con sangre, DeWitt. Claro que, contigo, siempre lo hace ¿No? Siempre acaba con sangre.

-Dios…- susurró Booker, su nariz estaba sangrando

La proyección finalizó y la plataforma en la cual se erguía nuestro viajero comenzó a elevarse. Aquellos que rezaban se levantaron y se lanzaron por los costados hacia el vacío. DeWitt estaba flipando, intentó detenerles pero no hubo forma, todos cayeron. Por suerte no vio la caída. Aquel ascensor se detuvo en un dirigible, dentro de él. Booker ya se había a acostumbrado a no había nada normal en aquella ciudad.
A su  derecha, había una mujer rezándole a unas velas. Pero lo que más destacaba era una gran palanca en el centro del dirigible. Se acercó y la accionó. A través de los cristales, pudo ver como Comstock aparecía en una especie de barco volador, ya los había visto antes por ahí, pero no suponía que se pudiese estar encima tan establemente. Éste comenzó a hablarle por un micrófono.

-El Señor lo perdona todo… pero lo profetas no necesitan hacerlo. Amén. – y se alejó en aquel transporte.

-Amén- dijo la mujer que estaba detrás de Booker, el cual se giró y pudo ver como estaba sujetando una antorcha.

Aquella “iluminada” la arrojó contra el suelo, todo comenzó a arder, absorbiéndola entre las llamas. DeWitt salió corriendo hasta el final del dirigible, el cual tenía una compuerta que se abrió, sin que se diera cuenta, cuando accionó la palanca. Entró y descubrió un largo pasillo, entonces el dirigible se desprendió por completo de aquel edificio y cayó al vacío.


Leyó un cartel que había en la pared. Estaba dentro de Monument Island, y un paso más cerca, de saldar su deuda.

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